lunes, 20 de mayo de 2013

El antropólogo inocente, de Nigel Barley


Me habían llegado referencias desde distintas personas, todas hablando maravillas de este libro. Conseguía contar cómo era el trabajo de campo de un antropólogo con una tribu africana, una historia a priori nada jocosa, con una narración ágil, ligera, y muy divertida. Y así es: hace tiempo que no caía en mis manos un libro que me resultara fácil de leer, pero que no fuera literatura barata que se me cayera de las manos en la página 5.


¿Y cómo consigue esta especie de milagro Nigel Barley? La verdad es que echándole mucho oficio: cuenta su trabajo de campo con la tribu Dowayo, en Camerún, en su primer año en África, sabiendo evitar una narración académica, prolija en detalles descriptivos, y destacando los episodios más duros o surrealistas con una ironía (¿diría retranca?) típicamente inglesa. Y esto que acabo de decir es muy difícil de hacer: mantener ese equilibrio es talento de unos pocos privilegiados. Lo fácil es dejarse llevar por la seriedad científica, sin riesgos (y entonces pasaríamos a un ensayo entretenido, pero un ensayo), o caer en la chanza constante, perdiendo interés y, probablemente, el respeto debido a los indígenas que estaba estudiando.

Además, en todas y cada una de las anécdotas que describe, sobre todo las que tienen lugar en esa zona culturalmente borrosa existente entre las estructuras de un país subdesarrollado africano, y una tribu que intenta mantener sus tradiciones ancestrales, se respira África, se siente cómo es el continente, las personas que viven en él y cómo resuelven sin descanso sus dificultades de todos los días... dando lugar a las más fastidiosas situaciones para que un perfecto caballero inglés dotado de la más fina ironía nos proporcione algunos momentos inolvidables.

Sólo por destacar un pasaje, el episodio del dentista es uno de los relatos más crueles y desternillantes que haya podido leer nunca. Desde esta reseña, le mando un cariñoso abrazo al profesor Barley, con la promesa de que alguna vez continuaré la lectura de sus aventuras con alguno de los otros libros que ha escrito. Seguro que merecen la pena.