sábado, 17 de mayo de 2014

Del Renacimiento, del Barroco... y de cómo demonios he llegado yo aquí

Desde que leo libros sobre colaboración, redes sociales y nuevos modos de trabajo como si los fueran a prohibir mañana, me he encontrado varias veces el ejemplo del impacto de la invención de la imprenta por Gütemberg en el siglo XV con el cambio que las nuevas tecnologías están provocando en nuestra sociedad actual.

Pero yo no lo tenía tan claro. ¿Estamos de verdad viviendo un Renacimiento? ¿Tenemos la misma confianza en nosotros mismos, en nuestro potencial y posibilidades? ¿Nos apoyamos en valores transmitidos desde unos tiempos más antiguos, previos a ciertas épocas oscuras (que podrían identificarse fácilmente en nuestro caso con el aciago s.XX), más cabales, más inocentes, pero más sólidos y llenos de coraje? ¿Qué nuevas fronteras vamos a traspasar, en nuestro conocimiento sobre nosotros mismos y sobre nuestro mundo?

Buscando cuáles fueron, si existieron, las consecuencias de ese punto de inflexión cultural, me acerqué a "La cultura del Barroco", de José Antonio Maravall, una obra de referencia para comprender lo que significó el Barroco en España y en Europa, más allá de los tópicos comunes sobre el Siglo de Oro en España y los incapaces últimos Austrias.

Me concentré sólo en dos capítulos, lo que creía más interesantes para mis indagaciones: el 5, "Una cultura conservadora" y el 6, "La imagen del mundo y del hombre". Tras su lectura, me di cuenta hasta qué punto desconocía en qué consistía esta época de la historia, a pesar de haber empleado horas y horas en memorizar escritores, pintores, obras de arte, biografías, guerras, reinos, validos, factores económicos, etc, en mis tiempos de instituto.

Maravall nos describe con una enorme erudición, pero sin academicismos, una era oscura, en la que los hombres son desconfiados y se sienten decepcionados, un azar oscuro y vacío anula la esperanza en una vida mejor, y la religión es un magro consuelo, generalmente utilizado para que la estructuras de poder mantengan su posición en la sociedad.

¿Era éste el resultado de la gran invención de la imprenta? ¿Una era oscura, pesimista, desencantada, desconfiada?

He de reconocer que cometí un error: el Barroco sucede, principalmente, en el s.XVII, y desde el invento de Gutemberg (circa 1440) había pasado ya mucho tiempo.

Así que me tenía que remontar, al menos, a un siglo antes. Y no conocía un libro equivalente al de Maravall, tan bien escrito, de tan fácil lectura pero, a la vez, de una erudición tan amplia. Aunque me pongo como deber encontrar con el ensayo adecuado, conseguí dar con una obra literaria que parecía hecha a medida para mi investigación: "Opus Nigrum", de la escritora belga Marguerite Yourcenar.

En este relato se cuenta la vida del médico-filósofo Zenón como trasfondo para contar las luces y sombras de la vida de los europeos del s.XVI. Según los eventos que sirven de referencia en el relato, Zenón nace en el año 1509, de los amores ilícitos de la hija de un riquísimo mercader flamenco y un joven y apuesto obispo florentino, y muere en 1569, en circunstancias que no desvelaré para no arruinar la lectura a ningún lector.

Volviendo a la indagación que estaba llevando a cabo, lo cierto es que la imprenta, como tal, no aparece en ninguna parte del relato, al menos de forma relevante. Sin duda juega un rol en la difusión de las ideas renovadoras de la Reforma, y de la respuesta de la Contrarreforma, así como de lo nuevos conocimientos científicos que, tan difícilmente, van abriéndose paso. Pero la ausencia de protagonismo en un relato así podría entenderse como la demostración de que la imprenta no supuso en sí misma ninguna gran revolución sino, acaso, un medio más, un paso más, en la evolución del conocimiento.

En realidad, tampoco esto nos lleva a ninguna conclusión destacable en la comparación con el fenómeno de las redes sociales: como plataformas, como medios, supondrán un gran paso en el avance de la humanidad, o en su tiranía, según el uso que se haga de ellas, y eso dependerá más de los valores y objetivos de las personas que las utilizan que la tecnología en sí misma.