sábado, 6 de febrero de 2016

Falange. Historia del fascismo español, de Stanley G. Payne

Ya era hora de ir hacia estudios más profundos. El libro de este año (2015) sobre la Guerra Civil española prometía ser una lectura más exigente que los anteriores ensayos, más generalistas y, en mi opinión, menos tendentes a sufrir sesgo hacia alguno de los bandos.

Y el caso es que "Falange" se puso difícil desde el comienzo: sólo conseguí una edición en español comprándolo de segunda mano en Amazon. Se trataba de la edición de Sarpe de 1985, perteneciente a la colección Biblioteca de la Historia. Las hojas amarillentas, la tipografía, las esquinas dobladas... todo me hizo recordar los libros que se apilan en las habitaciones de la casa de mis padres, comprados hace ya treinta años o más.


No pretendo hacer una crítica del libro, ni siquiera un resumen. El objetivo de este blog es sencillamente dejar una pequeña huella de cada libro (relevante) que leo. Así que vamos a ello.

Lo primero, se confirmó algo que sospechaba: la diferencia existente entre el fascismo español y el alemán o el italiano. Todos tienen puntos en común pero, como siempre pasa con España, nuestra idiosincrasia barre con cualquier paradigma, contaminándolo y haciéndolo nuestro.

En este sentido, cuando Payne comienza con los orígenes de la Falange, habla de su sustento ideológico en el regeneracionismo español de principios del s.XX (resaca del profundo impacto del 98), con planteamientos llenos de poesía, utopismo, idealización... y de subjetividad e imprecisión. Es destacable cómo esta búsqueda de sustento intelectual siempre quedaba supeditada a los criterios personales del líder, José Antonio Primero de Rivera, carismático y bienintencionado, pero inconsistente y permisivo con el uso de la violencia.

Un aspecto que me sorprendió sobre estos comienzos fue la precariedad como organización de la Falange, su falta de soporte ciudadano, y la enorme dependencia financiera de los grupos conservadores, más dispuestos a ayudar a planteamientos menos arriesgados (CEDA) o más tradicionales (iglesia, ejército). El partido estuvo a punto de disolverse en la nada varias veces antes de llegar a la Guerra Civil.

Y, llegando a la guerra, el rol de la Falange se vuelve complejo, por un lado, pero meramente instrumental, por otro. Primero fueron empleados como fuerza terrorista casual (por dar un nombre formal al pistolerismo) frente a grupos equivalentes de los partidos enemigos, para después, en plena  guerra, ejercer de tropas de castigo junto con las tropas expedicionarias marroquíes traídas a la península. El uso extremo de la violencia con la población civil, especialmente tras las conquistas, dejó una profunda huella en muchos lugares de España.

Sin embargo, con el perfecto golpe de mano ideado por Franco para lograr unificar todas sus fuerzas bajo su único mando, la Falange fue fusionada como partido con los carlistas, en un movimiento aborrecido por ambos lados pero que ninguno de los dos supo anticipar ni evitar. Éste fue el principio del fin para la Falange, en muchos sentidos.

Después de este paso, tanto en la propia guerra como después en la dictadura, el partido fue un mero instrumento utilizado por el régimen para dotarse de una mística propia, suministrándole símbolos y conceptos que sirvieron para autojustificarse y para manipular al pueblo, junto con la recuperación de un sentido de la historia imperialista y triunfante (¡ay! la herida del 98), y el apoyo de la iglesia para vigilar y dominar a la ciudadanía.

Finalmente, a partir de los años 60 y la llegada de los tecnócratas al régimen, la Falange degenera en un apartado imbricado en el estado: una maquinaria burócrata para que medren los funcionarios con más ambición.

Hablando del libro en sí mismo, es curiosa la postura de Payne, que rescata a José Antonio de todos los aspectos negativos que pueda tener la Falange, y que constantemente busca equilibrar la balanza en los resultados de las acciones violentas entre los pistoleros de una facción y otra. También he notado bastante suavizada la participación de los falangistas en la guerra, y sobre todo en la represión violenta de la posguerra. Finalmente, habla con bastante amargura del destino final de la Falange, subsumida en el aparato totalitario de la dictadura, criticando duramente al propio Franco.

¿Se puede salvar algo del fascismo español? Difícil pregunta, sobre todo conociendo el rol que jugó en España a lo largo de su historia. Las ansias de regeneración del país que fueron el fermento de su creación eran comunes a distintas líneas de pensamiento y acción política. El sentido de compromiso, de participación y acción, también era compartido con otras facciones enemigas. Es curioso que todo esto les pusiera directamente en contra de los sectores conservadores y reaccionarios que finalmente fueron sus compañeros de viaje. También me ha despertado curiosidad haber oído hablar bien a algunas personas del mundo rural sobre las iniciativas de colectivización en Castilla lanzadas por Onésimo Redondo.

El otro lado de la moneda es bien conocido. La violencia como método para la revolución de la sociedad, llevado hasta sus últimas consecuencias en forma de terrorismo o fuerza de asalto, creó una profunda herida en la sociedad española. El papel jugado durante la dictadura, como vía para el arribismo y el clientelismo dentro del régimen, no ayudó a mejora la imagen dejada en los ciudadanos. Poco más hay que decir sobre esto.

En fin, es hora de ir hacia otra dirección. Siguiente entrega: el anarquismo en España. El tema también promete.