jueves, 2 de mayo de 2019

La trampa de la diversidad de Daniel Bernabé

1 de mayo de 2019. Las últimas elecciones generales al gobierno de España tuvieron lugar hace apenas dos días, el domingo 28 de abril, con un resultado demoledor para los partidos de derecha. Hoy es el día del Trabajo, y la mayoría de los votantes de partidos de izquierda no participarán en ningún tipo de acto reivindicativo o celebración. Podría considerarse que damos por seguras las conquistas sociales, y que no hay que defenderlas más. ¿Triunfo del neoliberalismo, falta de sintonía con los actores sociales establecidos... o pura y dura indolencia?

No creo tener una buena respuesta a esa pregunta, pero sin duda "La trampa de la diversidad" es un libro necesario en estos tiempos de desafección de clase. Intentando resumir su objetivo en una sola y larga frase, podría decir que trata de cómo la derecha neoliberal ha aprovechado el ataque posmoderno a las ilusiones de la modernidad para socavar la conciencia de clase, logrando que la izquierda muerda el anzuelo del mercado de la diversidad en que se han convertido los conflictos de identidad y representación.


Es fácil ver que nuestra realidad sociopolítica ha basculado hacia los conflictos de identidad y representación en perjucio de los conflictos de clase. La clase política actual, de todas las ideologías, hace uso de ese mercado de la diversidad para obtener sus réditos políticos y evitar problemas más graves y complejos: el tema del nacionalismo en Cataluña para mí es un caso claro, que cruza todas las posturas ideológicas. Si preguntáramos a un militante de ERC qué es para él más importante, la lucha de la clase trabajadora para desembarazarse del yugo capitalista, o la independencia de Cataluña de España, como problema de identidad, ¿qué nos respondería? Según lo que puedo ver desde mi limitada perspectiva, nos respondería que la clase trabajadora en Cataluña está sometida por culpa de España. O sea, que la prioridad es la independencia, porque ahí está la raíz de todos los males. Mientras tanto, comparten viaje con compañeros muy poco progresistas, sino francamente reaccionarios en lo ideológico, en un conflicto existencial constante.


Creo que, como democracia, hemos alcanzado un cierto nivel de madurez en el que no podemos basarnos en bandos diáfanos, con fronteras bien definidas, antagonistas, como equipos de fútbol. Lo que nos preocupa es multifacético, y una estructura de partidos responde mal ante esa realidad. La derecha, especialmente los liberales, escapan fácil de esta complejidad llevando los problemas a una filosofía de mercado. La izquierda podría emplear un "truco" parecido, llevando todas las cuestiones a la lucha de clases. Al menos, de esta manera, las posiciones volverían a ganar algo de definición, y la lucha por las ideas podría dejar de ser borrosa. Pero la izquierda, con la superioridad intelectual y moral desde la que considera que hace política, no sabe, no puede simplificar, y se deja perder en el mercado de las identidades.

En cierto sentido, la tesis de "La trampa" es otra: la realidad es la contraria, ya que nos hemos dejado embaucar por el neoliberalismo, yendo a un individualismo radical y a un mercado de la identidad donde pugnamos por ser más distintos que los demás, más auténticos. Esto es: no es que la pluralidad de nuestras inquietudes no quede bien representada por la política actual, sino que esa pluralidad es la trampa en la que hemos caído para ser dóciles y dejar la combatividad social a otros.




Por el lado positivo, es un buen libro, que me ha hecho reflexionar, y que me ha proporcionado nuevas referencias para continuar mi viaje cultural. Independientemente de que esté de acuerdo o no con todo lo que afirma, ya sólo por esos dos motivos considero que un libro merece la pena, sobre todo si es un ensayo.

Por el otro lado, creo que a veces cae en cierta dialéctica panfletaria que no le hace bien. Lo de "integrante de la clase burguesa que no ha aprendido a atarse los zapatos hasta los catorce años" es un calentón en el discurso que no ayuda para nada en el desarrollo del libro. También hay momentos en los que, enfrentado a puntos más complejos en los que hace falta una reflexión más profunda, el autor se escapa de la pelea argumentativa o del dilema aduciendo que se trata de un libro divulgativo, escrito desde el periodismo, y no académico; aunque, en realidad, me siento agradecido al autor por mantener su discurso a nivel más accesible y menos intelectual.

Termino esta entrada del blog el día dos de mayo. Como dije al principio, la mayor parte de nosotros, a pesar de disfrutar de conquistas sociales como la jornada de ocho horas, los fines de semana libres, la sanidad pública, etcétera, no salimos ayer a celebrarlo, ni a pelear por más derechos. ¿No nos sentimos representados por las organizaciones que sí salieron a celebrar el 1 de mayo? ¿Hemos caído en la trampa de nuestra individualidad, convirtiéndonos en más rebaño que nunca? ¿O los mecanismos tradicionales de la izquierda no encajan con nuestra realidad, no sintonizamos con sus premisas y sus medios?

Quizá, al menos, no dejar las cosas por sentado, sino mantener suficiente espíritu crítico ante unos y ante otros, sea el mínimo de salud intelectual en estos días.