sábado, 18 de junio de 2022

Las sombras de la mente, de Roger Penrose

A veces hay que saber dejar un libro. Aunque te esté gustando, aunque sepas que te puede ofrecer algo más de lo que has obtenido hasta ahora, aunque muchas cosas buenas estén por llegar... pero, sencillamente, hay un punto en el que no tiene sentido continuar.

Y esto es lo que me ha pasado con esta abrumadora, intelectualmente masiva, inabarcable obra. Roger Penrose es un físico, matemático y filósofo inglés de prestigio mundial. Por sí mismo ha hecho avanzar campos como el álgebra, la física teórica y la astronomía. El trabajo y los resultados de Stephen Hawking descansan en los progresos de Penrose en estos campos, por ejemplo.

La propuesta de Penrose acerca de una comprensión científica de la consciencia descansa en dos hechos iniciales:

  • El teorema de Gödel, lato sensu, afirma que ninguna teoría matemática formal es a la vez consistente y completa. Es decir, si los axiomas de dicha teoría no se contradicen entre sí, entonces existen enunciados que no se pueden probar ni refutar a partir de ellos. Esto tiene relación con la computabilidad de muchos problemas matemáticos, esto es, sobre la capacidad de una máquina para poder resolverlos. Sin embargo, a pesar de que sabemos que nuestro pensamiento matemático va más allá de un sistema consistente y completo, y de lo que puede ser computable, seguimos pensando el mundo que nos rodea justo con esos límites: todas nuestras teorías físicas que explican nuestro mundo son computables, y descansan sobre los sistemas matemáticos que sabemos lógicamente "incompletos", por decirlo informalmente.
  • Toda explicación sobre el funcionamiento de nuestro cerebro y de nuestros sistemas nerviosos se basa en la física clásica, a pesar de que ya sabemos que necesitamos ir más allá para poder explicar nuestro mundo, tal y como nos cuenta la física cuántica. A pesar de ello, si nos limitamos a la mecánica clásica, nuestros intentos para hacer sistemas realmente inteligentes sólo podrán ir en la dirección de masificar los recursos empleados, utilizando millones de unidades en redes neuronales artificiales; y aun así, nada nos indica que, de esta manera, podríamos alcanzar algo parecido a una conciencia artificial.
Penrose es un científico total, y como tal, no se conforma con partir de estas premisas en su ensayo: dedica varios capítulos, densos y concienzudos, a plantear sus alternativas y explorar sus consecuencias. Por ejemplo, se recorren con profusión las relaciones entre computabilidad y el teorema de Gödel, y se habla de muchos experimentos y efectos cuánticos, algunos teóricos y otros comprobables empíricamente.

Si estas dos son las premisas de partida, ¿cómo llegamos a una explicación de la conciencia? Por ir directamente a la conclusión: hay unas estructuras en las células, los microtúbulos, de los que sólo conocemos con profundidad su función como unidades básicas del citoesqueleto, el armazón de las células. Sin embargo, tienen muchas otras funciones, como el transporte de elementos de la célula, y su participación en la mitosis y meiosis.


Pero, además, al parecer tienen una función específica en las neuronas, más allá de la estructural. Por ejemplo, se sospecha que el motivo de que haya tanta sustancias, químicamente muy diferentes, que sean capaces de afectar a la consciencia (pensemos en los anestésicos) viene provocado por su impacto en el citoesqueleto de las neuronas. Pero donde Penrose da el auténtico salto es cuando propone que la participación de tal citoesqueleto en las sinapsis entre neuronas a un nivel cuántico es la que, biológicamente, genera la "consciencia". Reconoce con humildad que tal afirmación supone la existencia de un salto radical a lo largo de la evolución de las especies, pero encuentra, en su criterio, más argumentos a favor que en contra de tal afirmación.

Y hasta aquí puedo afirmar. He disfrutado enormemente de la lectura de algunos capítulos sobre computabilidad, que refrescaron lo que estudié en la universidad, y también de otros capítulos sobre física cuántica, que me mostraron hasta qué punto supone un modo de pensar distinto sobre nuestra realidad. Pero también ha habido capítulos enteros que no me he sentido preparado para procesar, por conocimiento o por falta de tiempo.


Por eso dejo este libro, sin haberlo leído completamente, pero con una gran satisfacción. He aprendido muchas cosas nuevas, ha ampliado mi modo de ver el mundo, y me ha dado nuevas vías para seguir creciendo. Chapeau, doctor Penrose!