lunes, 1 de diciembre de 2014

Zen and The Art of Motorcycle Maintenance, de Robert M. Pirsig


Extraño libro, de cuya lectura no sé si sentirme satisfecho. Piqué por las positivas referencias que había visto, todas ellas de lectores estadounidenses, eso sí, y, en algunos casos, de personas importantes en el mundillo tecnológico.

A veces me he sentido enganchado por la epopeya de padre e hijo recorriendo en motocicleta el noroeste de los EEUU, principalmente por el drama latente de la enfermedad que comparten, y la elipsis que se mantiene a lo largo de todo el relato sobre la superación de la crisis mental del protagonista.

En cada etapa del camino el narrador va insertando análisis filosóficos que comienzan, inicialmente, comparando distintas actitudes ante la tecnología para, al final del libro, llegar a una comparativa entre las diferentes corrientes de pensamiento filosófico en la antigua grecia, y su impacto en el pensamiento occidental. Aunque los primeros análisis me resultaron muy básicos, a nivel de asignatura de filosofía de enseñanza secundaria, en los capítulos finales de la obra la reflexión gana algunos enteros y resulta al menos interesante.


En todo caso, habiendo acabado el libro tras 540 páginas y varios meses de lectura, no he llegado a comprender el motivo por el que esa novela-ensayo juega un papel tan importante en el camino  intelectual de tantos lectores en Estados Unidos. Supongo que tiene que ver con la exposición de conceptos filosóficos, con algún elemento novedoso de cosecha propia, de una manera fácil de entender, mezclada con una trama narrativa que mantiene, con altibajos, la curiosidad del lector.

Sinceramente, como libro filosófico, se queda corto de sustancia y, como novela, el viaje, la relación, el desenlace, entre padre e hijo, hubiera merecido un mayor desarrollo. Me costaría recomendarlo, pero tampoco me arrepiento de su lectura.

jueves, 4 de septiembre de 2014

No pienses en un elefante, de George Lakoff

Interesantísimo ensayo sobre la comunicación política en EEUU. Todo lo que dice es procedente, es coherente, es real, se puede sentir no sólo en la política estadounidense, sino además en la española. Aunque es una crítica de los planteamientos políticos conservadores, su punto de partida es el siguiente: las democracias no funcionan de la manera que racionalmente se espera de ellas porque el mecanismo básico de decisión, la votación libre, no se realiza racionalmente, según el convencimiento de que un programa político u otro es el más adecuado para todos o para uno mismo, sino por identificación con los candidatos de cada opción. Y esta identificación se realiza según la percepción en la coincidencia en valores y estereotipos culturales: por decirlo de una manera simple, "si el candidato es uno de los míos".

Lakoff habla de dos planos en los que funciona esta identificación:

  • Los marcos de referencia (frames): estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo. Estos marcos no sólo informan nuestras acciones, también nuestro lenguaje, en su uso y en su entendimiento: una misma palabra puede tener distintos significados según el marco que tengamos en la cabeza. Si una opción política es capaz de fijar el marco con el que comprendemos cualquier circunstancia, podrá prácticamente hacer cualquier cosa, incluso aquéllas a las que nos habríamos negado tajantemente antes de ser "enmarcados". Lakoff emplea varios ejemplos muy interesantes de cómo los conservadores han venido enmarcando el discurso político durante las últimas décadas en EEUU con notable éxito. Podemos seleccionar dos  auténticamente flagrantes: la denominación de la Ley de Cielos Limpios (una legislación que, ajustándonos a su contenido, permite en realidad aumentar el nivel de contaminación en la atmósfera), y el modo en que la administración Bush hijo consiguió que, para la mayoría de los estadounidenses, Sadam Hussein y Al Qaeda fueran lo mismo, el mismo objetivo contra el que luchar, cuando no existe la más mínima conexión entre ellos.
  • Los dos diferentes modelos de familia que sirven de marco de referencia para la relación con la autoridad y las instituciones de los ciudadanos: el modelo del padre estricto (el mundo es un sitio peligroso, hay que proteger a la familia, hay que educar a los niños en diferenciar entre bien y mal), y el modelo de la familia protectora (el mundo puede ser un lugar mejor, los niños nacen buenos y hay que lograr que sean felices gracias a la empatía y la responsabilidad en su crianza).
Por supuesto, esto es un resumen demasiado simple de las explicaciones de la obra. Pero es increíble cómo, con un planteamiento así de sencillo, uno es capaz de entender la política en EEUU, y particularmente su comunicación, de una manera mucho más fácil.


Algunas reflexiones después de su lectura:

  • Aceptando el uso maquiavélico que hacen los conservadores de los marcos de referencia y el lenguaje en el que tienen lugar, ¿el uso igualmente manipulador de los marcos por parte de los progresistas para lograr estar en un plano de igualdad no traiciona sus propios valores? En el extremo, ¿los fines pueden justificar tales medios?
  • Aunque es cierto que Lakoff tampoco dice que su estudio tenga una aplicabilidad universal, sí que es cierto que los modelos de familia que describe buscan proporcionar una explicación completa de los marcos existentes en el terreno político de EEUU, y no deja lugar a modelos alternativos. Tal y como se desarrolla el ensayo sobre estos dos modelos, no parece haber otras opciones para las democracias occidentales. ¿Realmente sólo hay dos modos, dos marcos de referencia sobre cómo debe llevarse a cabo la crianza en la familia? ¿Y estos dos modos giran completamente acerca del rol que juega el padre, la figura masculina? En este sentido, creo que la reflexión de Lakoff queda "enmarcada" en un frame superior, el de la cultura estadounidense, que hace local y restringido su análisis. 
  • Está claro que el partido político "de moda" en España, Podemos, sabe muy bien cuáles son los resortes de la comunicación política, buscando y sabiendo pelear con los partidos mayoritarios, especialmente el PP, en nuevos territorios. Su líder, Pablo Iglesias, ha desdeñado los mítines políticos como espacios para transmitir sus ideas: son los debates televisivos y las redes sociales la nueva arena en la que se lleva a cabo la esgrima entre opciones políticas. Y los líderes de Podemos han sabido manejar los marcos y su aparato lingüístico para llegar a ser una alternativa viable a PP y a PSOE, incluso a IU, a pesar de su corta vida.
Para finalizar, he de reconocer que la lectura de este libro, con todo lo iluminadora que haya podido ser, me deja un regusto amargo en la boca: la asunción de sus tesis es confirmar y aceptar la renuncia a una auténtica democracia, basada en el contraste libre y abierto de opciones ideológicas. Parece claro que el juego, sencillamente, no es ése.

jueves, 26 de junio de 2014

"El cultivo de la humanidad", de Martha Nussbaum


Otro libro que dejo antes de terminar. Y no me ha parecido mal libro, ojo. Pero ni me ha enganchado, ni creo que sea target para un libro así. En este pequeño ensayo, Nussbaum analiza el estado del fomento del pensamiento crítico en la educación superior norteamericana. En este sentido, no hay trampa ni cartón, excepto, quizá, que el título lleve a engaño al lector pensando que se trata de la educación en "humanidades", algo que no es cierto.


Motivos para dejarlo:
  • Localista: hace referencia únicamente a centros universitarios norteamericanos, incluso con nombres de departamentos y profesores concretos. Cierto es que se avisa desde el principio del objetivo del libro, así que no hay derecho a la sorpresa o a la decepción.
  • El lenguaje utilizado: se mezcla una correcta pero insípida traducción del inglés (a veces se trasladan estructuras gramaticales de manera directa), con la aridez de un libro escrito por un académico que no llega a alcanzar un tono divulgativo ni didáctico. De hecho, se vuelve con insistencia a ciertos temas centrales una y otra vez, lo que hace pensar que los capítulos pudieron ser escritos con una visión común, pero en momentos muy diferentes.
  • Su postura, aunque lucha contra todo relativismo, no llega a decantarse por un curso de acción concreto. Faltan unas directrices que, siguiendo los principios de educación que defiende, permitan a un estudiante alcanzar el grado de conocimiento y madurez que son necesarios para ser un ciudadano consciente y abierto a la variedad del mundo actual. O que guiaran a un centro universitario en la elaboración de un programa de estudios en este sentido.
Cosas positivas que me hacen pensar que no me equivoqué al comprarlo:
  • Las referencias clásicas me parecen fenomenales. Me ha descubierto a Séneca, que yo mismo tenía debajo de varias capas de prejuicios sobre los estoicos romanos (prejuicios que no sé de dónde demonios habían salido).
  • Nussbaum me ha ganado para su causa. Y eso que soy hijo de un sistema educativo universitario puramente vocacional, como lo denomina Nussbaum, para nada liberal. Cuando yo estudiaba en la Universidad de Valladolid, siempre me pareció destacable la cantidad de ingenieros que se apuntaban, con un decente desempeño académico, a la asignatura Mitología Griega. Y se podrían haber matriculado de cualquier otra cosa menos exigente en tiempo y esfuerzo.
Además, he disfrutado especialmente de las referencias clásicas que Nussbaum utiliza no sólo como apoyo a sus argumentos, sino como origen de los principios básicos que fundan una educación liberal. Este apoyo gravita sobre todo en el pensamiento socrático y en los estoicos romanos (Séneca). Y el capítulo dedicado a la función que cumple la literatura en la formación de ciudadanos conscientes y participativos me ha resultado realmente interesante.

En conclusión, un buen libro que no ha logrado engancharme. Una pena. ¡Menos mal que hay tantos otros esperando!

sábado, 17 de mayo de 2014

Del Renacimiento, del Barroco... y de cómo demonios he llegado yo aquí

Desde que leo libros sobre colaboración, redes sociales y nuevos modos de trabajo como si los fueran a prohibir mañana, me he encontrado varias veces el ejemplo del impacto de la invención de la imprenta por Gütemberg en el siglo XV con el cambio que las nuevas tecnologías están provocando en nuestra sociedad actual.

Pero yo no lo tenía tan claro. ¿Estamos de verdad viviendo un Renacimiento? ¿Tenemos la misma confianza en nosotros mismos, en nuestro potencial y posibilidades? ¿Nos apoyamos en valores transmitidos desde unos tiempos más antiguos, previos a ciertas épocas oscuras (que podrían identificarse fácilmente en nuestro caso con el aciago s.XX), más cabales, más inocentes, pero más sólidos y llenos de coraje? ¿Qué nuevas fronteras vamos a traspasar, en nuestro conocimiento sobre nosotros mismos y sobre nuestro mundo?

Buscando cuáles fueron, si existieron, las consecuencias de ese punto de inflexión cultural, me acerqué a "La cultura del Barroco", de José Antonio Maravall, una obra de referencia para comprender lo que significó el Barroco en España y en Europa, más allá de los tópicos comunes sobre el Siglo de Oro en España y los incapaces últimos Austrias.

Me concentré sólo en dos capítulos, lo que creía más interesantes para mis indagaciones: el 5, "Una cultura conservadora" y el 6, "La imagen del mundo y del hombre". Tras su lectura, me di cuenta hasta qué punto desconocía en qué consistía esta época de la historia, a pesar de haber empleado horas y horas en memorizar escritores, pintores, obras de arte, biografías, guerras, reinos, validos, factores económicos, etc, en mis tiempos de instituto.

Maravall nos describe con una enorme erudición, pero sin academicismos, una era oscura, en la que los hombres son desconfiados y se sienten decepcionados, un azar oscuro y vacío anula la esperanza en una vida mejor, y la religión es un magro consuelo, generalmente utilizado para que la estructuras de poder mantengan su posición en la sociedad.

¿Era éste el resultado de la gran invención de la imprenta? ¿Una era oscura, pesimista, desencantada, desconfiada?

He de reconocer que cometí un error: el Barroco sucede, principalmente, en el s.XVII, y desde el invento de Gutemberg (circa 1440) había pasado ya mucho tiempo.

Así que me tenía que remontar, al menos, a un siglo antes. Y no conocía un libro equivalente al de Maravall, tan bien escrito, de tan fácil lectura pero, a la vez, de una erudición tan amplia. Aunque me pongo como deber encontrar con el ensayo adecuado, conseguí dar con una obra literaria que parecía hecha a medida para mi investigación: "Opus Nigrum", de la escritora belga Marguerite Yourcenar.

En este relato se cuenta la vida del médico-filósofo Zenón como trasfondo para contar las luces y sombras de la vida de los europeos del s.XVI. Según los eventos que sirven de referencia en el relato, Zenón nace en el año 1509, de los amores ilícitos de la hija de un riquísimo mercader flamenco y un joven y apuesto obispo florentino, y muere en 1569, en circunstancias que no desvelaré para no arruinar la lectura a ningún lector.

Volviendo a la indagación que estaba llevando a cabo, lo cierto es que la imprenta, como tal, no aparece en ninguna parte del relato, al menos de forma relevante. Sin duda juega un rol en la difusión de las ideas renovadoras de la Reforma, y de la respuesta de la Contrarreforma, así como de lo nuevos conocimientos científicos que, tan difícilmente, van abriéndose paso. Pero la ausencia de protagonismo en un relato así podría entenderse como la demostración de que la imprenta no supuso en sí misma ninguna gran revolución sino, acaso, un medio más, un paso más, en la evolución del conocimiento.

En realidad, tampoco esto nos lleva a ninguna conclusión destacable en la comparación con el fenómeno de las redes sociales: como plataformas, como medios, supondrán un gran paso en el avance de la humanidad, o en su tiranía, según el uso que se haga de ellas, y eso dependerá más de los valores y objetivos de las personas que las utilizan que la tecnología en sí misma.

miércoles, 9 de abril de 2014

Analógico y Digital, de Otl Aicher

Otl Aicher (1922-1991) es conocido en el mundo del diseño, entre otros motivos, por los pictogramas
utilizados en los Juego Olímpicos de Munich 1972, y por el diseño de logos como Braun o Lufthansa.

En "Analógico y Digital", Aicher plantea una línea de pensamiento en la que lo analógico y lo digital son una perspectiva más de la dicotomía entre pensamiento concreto y pensamiento abstracto, entre empirismo y racionalismo, entre la libertad y la jerarquía.

Por intentar resumir de manera tosca pero rápida esta oposición, en el libro se plantean, de un modo u otro, las siguientes analogías:

  • Analógico, bottom-up, fáctico, flexible, Ockham, pensar para el hacer y desde el hacer.
  • Digital, top-down, apriorístico, dogmático, Platón (y, en cierta medida, también Aristóteles), pensar por el mero razonar y para ordenar (tanto en el sentido de "organizar" como en el de "imponer").

Creo que esta oposición pudo tener sentido en los tiempos en los que el mundo digital estaba incorporándose a nuestra sociedad en forma de ordenadores centrales, cerrados, utilizados por grandes empresas e instituciones públicas como un medio de alcanzar una gran eficiencia en sus cálculos y procesos y, por ende, de aumentar su poder y beneficio económico.

Sin embargo, desde los años 70, el proceso que ha seguido la incorporación de lo digital a nuestras vidas ha sido completamente distinto. Por utilizar un ejemplo extremo del presente, personas (¿o personajes?) como Julian Assange, Eric Snowden, William Manning o Kim Dot Com son representantes de valores y acciones que podríamos calificar de libertarias, que sólo pudieron tener lugar gracias a la existencia del mundo digital ultraconectado en el que vivimos hoy en día. Actualmente, sería muy difícil mantener que lo digital es reflejo de un pensamiento abstracto apriorístico y jerarquizado.


En cambio, he quedado seducido por su planteamiento del pensar a través del hacer, del valor de la acción concreta como fuente de nuevo conocimiento. Es curioso como las distintas escuelas filosóficas que he estudiado, y hasta el punto en el que he profundizado en ellas, se han centrado principalmente en ontologías de los objetos, de las cosas, quizá en algunos casos del propio sujeto, pero no en las acciones, los verbos. ¿Sería posible una filosofía de los verbos? ¿Una clasificación de las acciones? ¿Hablaríamos de un mundo de las Ideas sobre nuestras actuaciones, o de la forma y materia de lo que hacemos, de lo que ejecutamos?

Me cuesta clasificar esta obra como filosófica, o de diseño, ni siquiera de estética, que es donde podrían encontrarse ambas materias. Las disquisiciones que hace Aicher sobre la influencia en el pensamiento filosófico de Wittgenstein de su participación en el diseño de una casa en Viena, o algunas reflexiones sobre religión, me parecen ideas centrífugas, accesorias a la tesis principal que mantiene la obra, y sólo pueden ser producto del intento de Aicher de universalizar sus planteamientos a círculos más allá del campo del diseño.



No sé si recomendaría esta obra a otra persona, incluso aunque estuviera involucrado en diseño a nivel filosófico. Pero me quedo con un buen sabor de boca, porque me ha proporcionado horas de reflexión profunda sobre un aspecto de mi propio trabajo desde una perspectiva muy distinta.