utilizados en los Juego Olímpicos de Munich 1972, y por el diseño de logos como Braun o Lufthansa.
En "Analógico y Digital", Aicher plantea una línea de pensamiento en la que lo analógico y lo digital son una perspectiva más de la dicotomía entre pensamiento concreto y pensamiento abstracto, entre empirismo y racionalismo, entre la libertad y la jerarquía.
- Analógico, bottom-up, fáctico, flexible, Ockham, pensar para el hacer y desde el hacer.
- Digital, top-down, apriorístico, dogmático, Platón (y, en cierta medida, también Aristóteles), pensar por el mero razonar y para ordenar (tanto en el sentido de "organizar" como en el de "imponer").
Creo que esta oposición pudo tener sentido en los tiempos en los que el mundo digital estaba incorporándose a nuestra sociedad en forma de ordenadores centrales, cerrados, utilizados por grandes empresas e instituciones públicas como un medio de alcanzar una gran eficiencia en sus cálculos y procesos y, por ende, de aumentar su poder y beneficio económico.
En cambio, he quedado seducido por su planteamiento del pensar a través del hacer, del valor de la acción concreta como fuente de nuevo conocimiento. Es curioso como las distintas escuelas filosóficas que he estudiado, y hasta el punto en el que he profundizado en ellas, se han centrado principalmente en ontologías de los objetos, de las cosas, quizá en algunos casos del propio sujeto, pero no en las acciones, los verbos. ¿Sería posible una filosofía de los verbos? ¿Una clasificación de las acciones? ¿Hablaríamos de un mundo de las Ideas sobre nuestras actuaciones, o de la forma y materia de lo que hacemos, de lo que ejecutamos?
Me cuesta clasificar esta obra como filosófica, o de diseño, ni siquiera de estética, que es donde podrían encontrarse ambas materias. Las disquisiciones que hace Aicher sobre la influencia en el pensamiento filosófico de Wittgenstein de su participación en el diseño de una casa en Viena, o algunas reflexiones sobre religión, me parecen ideas centrífugas, accesorias a la tesis principal que mantiene la obra, y sólo pueden ser producto del intento de Aicher de universalizar sus planteamientos a círculos más allá del campo del diseño.
No sé si recomendaría esta obra a otra persona, incluso aunque estuviera involucrado en diseño a nivel filosófico. Pero me quedo con un buen sabor de boca, porque me ha proporcionado horas de reflexión profunda sobre un aspecto de mi propio trabajo desde una perspectiva muy distinta.
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