lunes, 31 de octubre de 2016

La Urna Rota, colectivo Politikon

Desde hace un tiempo sigo en Twitter al colectivo Politikon, un grupo de jóvenes, o no tan jóvenes estudiosos del fenómeno político, especialmente en España, con conocimientos y experiencia muy diversos, algo que se nota en todo lo que dicen y lo que hacen.

Este libro es la primera obra colectiva de este grupo, formado por Jorge Galindo, Kiko Llaneras, Octavio Medina, Jorge San Miguel, Pablo Simón y Roger Senserrich. Si se consultan los recorridos vitales y académicos de todos ellos, uno se acaba preguntando cómo demonio llegaron a conocerse, y de qué manera acabaron fundando algo como Politikon.

Pero, volviendo a la obra: se trata de un libro bien escrito y estructurado, que respeta al lector evitando ser un ensayo académico sin caer, por otro lado, en el razonamiento facilón y engañoso de los libros de autoayuda, por ejemplo. Y se atacan con valentía y buen sentido cada uno de los problemas y de las críticas habituales que se vierten sobre el sistema político español.

Para empezar, se desmontan creencias y mitos mediante información precisa, a veces describiendo la realidad de las instituciones y leyes españolas, a veces aportando estadísticas siguiendo las últimas tendencias en analítica de datos. Por ejemplo, algo que fue esclarecedor para mí fue conocer que no hay sistema político democrático perfecto, una especie de espejo en el que debamos mirarnos para saber qué debemos alcanzar y qué camino debemos tomar. Como cualquier construcción humana, todo sistema tiene sus debilidades y, adoptar uno u otro acaba siendo cuestión de valores y preferencias, especialmente cuando deben alcanzarse compromisos (en el sentido de trade-off, en inglés) en situaciones para las que no hay solución perfecta. No existe esa especie de paraíso democrático de los estados escandinavos, a los que solemos tener idealizados en tantos sentidos.

La Urna Rota no se queda, gracias a dios, es una análisis comparativo entre sistemas: también propone reformas para mejorar la calidad democrática de nuestro país, dado el alto nivel de
insatisfacción que muestran los españoles hacia sus gobernantes. Por supuesto, crisis económica e insatisfacción política van de la mano, dado que la primera, aparte del impacto directo en
el nivel de vida de los ciudadanos, saca a la luz fácilmente todos los problemas de fondo del sistema político en marcha.

Estas propuestas incluyen cambiar los mecanismos de elección de líderes en los partidos políticos,  reformar el sistema electoral, establecer nuevos mecanismos para mejorar la transparencia y el control de la corrupción, mejorar la implicación de los ciudadanos en el sistema y, como consecuencia, la puesta en marcha de nuevos mecanismos de decisión.

No voy a entrar a profundizar en el detalle de cada uno de estos puntos: me quedo con la sensación de que debo profundizar aún más en la ciencia política como para hacer un análisis crítico, por amateur que fuera, de lo que aquí propone Politikon.

Sí que puedo decir que el libro me ha gustado mucho, tanto como para sospechar si, hasta cierto punto, no sea un efecto de autocomplacencia al descubrir mis propias opiniones, débilmente fundadas, respaldadas por un conjunto de gente mucho más preparada que yo. Curiosamente, ,e he sorprendido a mí mismo varias veces hacer referencia a lo contado en La Urna Rota en diferentes conversaciones sobre política entre amigos y conocidos. Al menos puedo decir que, gracias Politikon, soy un poco menos ignorante en estos temas, y puedo considerarme un ciudadano mejor informado en la democracia: algo que quizá me ha pasado con Judt y con pocos autores más.



Sé que volveré a leer La Urna Rota, aunque sea a trozos, en un futuro no muy lejano.

domingo, 30 de octubre de 2016

Historia del Anarquismo en España, de Laura Vicente


Tras la incursión en el falangismo español de la mano de Payne, tocaba continuar profundizando en otras líneas ideológicas de las que participaron en la Guerra Civil.

En este caso, me decidí por conocer mejor una de las corrientes ideológicas opuestas al fascismo: el anarquismo. Siempre me ha parecido que el anarquismo hace una propuesta de vida personal y de sociedad mucho más original que otra líneas de pensamiento que se podrían catalogar, no sin imprecisión, de izquierdas.

Algo que surgió rápidamente al comparar la historia del anarquismo en España frente a la del falangismo (ver post anterior) es la diferencia en su recorrido histórico. Podría considerarse que el segundo apenas vivió un par de décadas, certificando su fin de facto en su unificación con los carlistas llevada a cabo por Franco en abril de 1937. Sin embargo, el primero hunde sus raíces en los utopistas de principios del s.XIX, hasta cristalizar en los teóricos anarquistas rusos Bakunin y Kropotkin, y tomar forma en el país, por dar un periodo orientativo, en el sexenio revolucionario de 1868. Si fijamos un hito final, discutible sin duda, en 1939, tenemos una intensa vida activa de 71 años en España.



Y hablando de España, Vicente no elude el eterno debate de lo específico y de lo común del pensamiento y acción anarquista en este país frente al resto de Europa. Como en otros casos, en España hemos añadido nuestra propia idiosincrasia a cada corriente ideológica que nos ha llegado del exterior. El libro destaca tres factores por los que el anarquismo prendió con más fuerza en nuestro país que en otras naciones europeas:

  • Nuestra particular debacle del 98.
  • La radical polarización que nuestra sociedad sufría en esa época, entre oligarquía y poblacióne empobrecida, sin clase media.
  • La existencia de sentimientos religiosos mesiánicos entre la población menos culta, a pesar del descrédito que la iglesia católica cosechó entre las clases menos desfavorecidas. En este punto, Vicente entra en debate con Hobsbawn y Brenan sobre la importancia de este factor, que los autores ingleses consideran básico.


El libro de Laura Vicente destaca las dificultades de trazar una línea histórica única sobre el anarquismo, debido a múltiples factores:

  • La relación con corrientes de pensamiento diferentes (naturismo, feminismo, espiritismo, etc).
  • La dicotomía entre el anarco-sindicalismo, más cercano a los trabajadores y sus problemas cotidianos, y el anarquismo más filosófico.
  • La inclinación a la acción directa, que proporcionó al anarquismo su pátina de terrorismo, frente a medidas menos violentas, que llegaron a tener un éxito destacable en algunos casos en España, como la fundación de instituciones académicas, foros de discusión, colectivos culturales y deportivos, por dar algunos ejemplos.
  • Las distintas posturas que el anarquismo adoptó tanto en la República como en la Guerra Civil. Por dar unos ejemplos: el "treintismo" y la fractura que supuso en su organización política, la existencia de líderes individuales carismáticos (algo no muy alineado con los ideales ácratas), la participación o no en el gobierno de la República durante el conflicto.
La obra cierra con un capítulo que hace un recorrido rápido por todo lo contado, admite varias críticas al anarquismo como ideología, y también apunta a algunos valores importantes que nos puede aportar a todos, no importa nuestro credo político.

En cuanto a críticas, surgen dos directas como paradojas fáciles de entender: como sistema total, busca dar solución a los problemas de la humanidad mediante unos solos principios, con un solo método, impidiendo así la posibilidad de diferentes alternativas, y por tanto conculcando la libertad individual. Por otro lado, la libertad individual queda difuminada, sino cancelada, al establecer procesos de toma de decisión basados en comités, más bien en una cadena de comités jerárquicos, no importa lo participativos que sean.


A pesar de las críticas anteriores, siento que hay algo radicalmente bueno en la teoría anarquista: la libertad del individuo como elemento básico del desarrollo completo de la persona. Laura Vicente defiende el potencial de los ideales anarquistas para combatir el "déficit democrático" actual nutrido por el desinterés generalizado en la política (aunque aquí me gustan más las tesis de Tony Judt) y por la manipulación de las instituciones. Debemos cuestionarnos constantemente nuestra relación con el poder, buscando salvar a toda costa nuestra preciada libertad y permitiendo el crecimiento de valores solidarios.


Dejaremos para otra ocasión, quizá apoyándome en otro libro, el punto de contacto entre anarquismo y capitalismo radical que se ha venido denominando "anarcocapitalismo".

sábado, 7 de mayo de 2016

La muerte de mi padre, de Karl Ove Knausgård

A veces siento que necesito escribir la entrada en el blog para desembarazarme de un libro, para dejar espacio, no solo intelectual, también emocional, para otras historias, para salir y respirar aire fresco. Y eso es lo que me ha pasado con este libro: no porque fuera agobiante, u opresivo, sino porque su últimas páginas tocaban constantemente cuerdas cuyas notas son dolorosas, amargas, para cualquier persona. Sin respiro.


Karl Ove Knausgård y su famosa trilogía, "Mi lucha", compuesta por "La muerte del padre", "Un hombre enamorado" y "La isla de la infancia", ha sido enormemente polémica en su país de origen, Noruega, al ser un relato preciso, sin ningún tipo de escrúpulo, de los eventos de la propia vida del autor y de sus reflexiones y emociones sobre ellos. Las personas que aparecen en los relatos son o fueron personas completamente reales, los episodios que se narran realmente sucedieron y, lo más radical, las opiniones y sentimientos volcados en las obras son los que el autor tuvo en cada momento, si ningún tipo de filtro (¿o sí).


Estilísticamente también ha abierto un interesante debate, al recuperar una meticulosidad psicológica y descriptiva más propia de la literatura del s.XIX. Esta meticulosidad se aplica al más dramático de los sentimientos, a la más profunda de las reflexiones... pero también al más anodino de los detalles, al aspecto más mundano de lo que rodea al autor en los episodios de su vida. Las contraportadas y reseñas literarias nombran a Thomas Mann y Marcel Proust como referentes de esta escritura. Si esta comparación resulta ampulosa, queda a juicio del lector.

Personalmente, la primera mitad del libro me resultó difícil de leer, porque las historias que cuenta sobre su adolescencia no parecen ser relevantes para ilustrar la relación entre Knausgård y su padre, si es que un juicio así puede realizarse por alguien que no es el afectado.


Sin embargo, la segunda mitad es un crescendo constante tanto en contenido como en forma. El dramatismo, el terrible patetismo de lo que se cuenta, no es explosivo, pero cala y contamina cada párrafo, cada frase. Y, por otro lado, la propia escritura gana en quilates, se vuelve vibrante. Como dije al principio, es como si cada pequeña escena o pensamiento tocara una tecla dolorosa.


Me siento afortunado de haber leído este libro. Porque abre muchas preguntas. Y ninguna trivial: algunas tienen que ver con la vida, otras con la literatura. ¿Cómo se puede criticar un libro que es el relato minucioso de una vida, sin estar criticando a la vida que describe, al propio ser que se pone en el escenario para que todos veamos su actuación en la vida real? ¿Cómo podemos estar seguros de que todos los episodios son ciertos, tal y como se describen? En el fondo, sólo conocemos la versión de Knausgård y, sin que ni siquiera se plantee la cuestión en la obra, toda vivencia es subjetiva, es sólo una perspectiva, y además toda memoria es imprecisa, está contaminada por los múltiples factores que conforman una personalidad, una persona. En mi conocimiento, Knausgård, no pidió permiso a ninguna de las personas que aparecen en la obra. Si fuera así, ¿realmente es un comportamiento ético? Y si hubiera pedido permiso, y no se lo hubieran dado, ¿el escritor debería haber dejado que le influyera cambiando lo que narra, o incluso absteniéndose de publicar la obra? ¿No toca esto el tema de la libertad del creador, y del valor ético del acto de la creación artística? Y, sin que sea menos importante, ¿hasta qué punto me ha impactado esta obra por mi propio momento vital, por lo que me sucede o siento ahora mismo, por cómo yo soy?

Creo que me voy a dejar un buen tiempo para disfrutar de otras lecturas antes de hincarle el diente a uno de los otros dos libros de la trilogía "Mi lucha". Hasta cierto punto, una lectura así es vivir una vida ajena (toda literatura lo sería, en cierto sentido), y tengo que volver a la mía. Mientras tanto, hay que preparar otra entrada sobre un par de libros terminados hace tiempo, y ya voy pensando qué libro de la Guerra Civil voy a leer este verano.

sábado, 6 de febrero de 2016

Falange. Historia del fascismo español, de Stanley G. Payne

Ya era hora de ir hacia estudios más profundos. El libro de este año (2015) sobre la Guerra Civil española prometía ser una lectura más exigente que los anteriores ensayos, más generalistas y, en mi opinión, menos tendentes a sufrir sesgo hacia alguno de los bandos.

Y el caso es que "Falange" se puso difícil desde el comienzo: sólo conseguí una edición en español comprándolo de segunda mano en Amazon. Se trataba de la edición de Sarpe de 1985, perteneciente a la colección Biblioteca de la Historia. Las hojas amarillentas, la tipografía, las esquinas dobladas... todo me hizo recordar los libros que se apilan en las habitaciones de la casa de mis padres, comprados hace ya treinta años o más.


No pretendo hacer una crítica del libro, ni siquiera un resumen. El objetivo de este blog es sencillamente dejar una pequeña huella de cada libro (relevante) que leo. Así que vamos a ello.

Lo primero, se confirmó algo que sospechaba: la diferencia existente entre el fascismo español y el alemán o el italiano. Todos tienen puntos en común pero, como siempre pasa con España, nuestra idiosincrasia barre con cualquier paradigma, contaminándolo y haciéndolo nuestro.

En este sentido, cuando Payne comienza con los orígenes de la Falange, habla de su sustento ideológico en el regeneracionismo español de principios del s.XX (resaca del profundo impacto del 98), con planteamientos llenos de poesía, utopismo, idealización... y de subjetividad e imprecisión. Es destacable cómo esta búsqueda de sustento intelectual siempre quedaba supeditada a los criterios personales del líder, José Antonio Primero de Rivera, carismático y bienintencionado, pero inconsistente y permisivo con el uso de la violencia.

Un aspecto que me sorprendió sobre estos comienzos fue la precariedad como organización de la Falange, su falta de soporte ciudadano, y la enorme dependencia financiera de los grupos conservadores, más dispuestos a ayudar a planteamientos menos arriesgados (CEDA) o más tradicionales (iglesia, ejército). El partido estuvo a punto de disolverse en la nada varias veces antes de llegar a la Guerra Civil.

Y, llegando a la guerra, el rol de la Falange se vuelve complejo, por un lado, pero meramente instrumental, por otro. Primero fueron empleados como fuerza terrorista casual (por dar un nombre formal al pistolerismo) frente a grupos equivalentes de los partidos enemigos, para después, en plena  guerra, ejercer de tropas de castigo junto con las tropas expedicionarias marroquíes traídas a la península. El uso extremo de la violencia con la población civil, especialmente tras las conquistas, dejó una profunda huella en muchos lugares de España.

Sin embargo, con el perfecto golpe de mano ideado por Franco para lograr unificar todas sus fuerzas bajo su único mando, la Falange fue fusionada como partido con los carlistas, en un movimiento aborrecido por ambos lados pero que ninguno de los dos supo anticipar ni evitar. Éste fue el principio del fin para la Falange, en muchos sentidos.

Después de este paso, tanto en la propia guerra como después en la dictadura, el partido fue un mero instrumento utilizado por el régimen para dotarse de una mística propia, suministrándole símbolos y conceptos que sirvieron para autojustificarse y para manipular al pueblo, junto con la recuperación de un sentido de la historia imperialista y triunfante (¡ay! la herida del 98), y el apoyo de la iglesia para vigilar y dominar a la ciudadanía.

Finalmente, a partir de los años 60 y la llegada de los tecnócratas al régimen, la Falange degenera en un apartado imbricado en el estado: una maquinaria burócrata para que medren los funcionarios con más ambición.

Hablando del libro en sí mismo, es curiosa la postura de Payne, que rescata a José Antonio de todos los aspectos negativos que pueda tener la Falange, y que constantemente busca equilibrar la balanza en los resultados de las acciones violentas entre los pistoleros de una facción y otra. También he notado bastante suavizada la participación de los falangistas en la guerra, y sobre todo en la represión violenta de la posguerra. Finalmente, habla con bastante amargura del destino final de la Falange, subsumida en el aparato totalitario de la dictadura, criticando duramente al propio Franco.

¿Se puede salvar algo del fascismo español? Difícil pregunta, sobre todo conociendo el rol que jugó en España a lo largo de su historia. Las ansias de regeneración del país que fueron el fermento de su creación eran comunes a distintas líneas de pensamiento y acción política. El sentido de compromiso, de participación y acción, también era compartido con otras facciones enemigas. Es curioso que todo esto les pusiera directamente en contra de los sectores conservadores y reaccionarios que finalmente fueron sus compañeros de viaje. También me ha despertado curiosidad haber oído hablar bien a algunas personas del mundo rural sobre las iniciativas de colectivización en Castilla lanzadas por Onésimo Redondo.

El otro lado de la moneda es bien conocido. La violencia como método para la revolución de la sociedad, llevado hasta sus últimas consecuencias en forma de terrorismo o fuerza de asalto, creó una profunda herida en la sociedad española. El papel jugado durante la dictadura, como vía para el arribismo y el clientelismo dentro del régimen, no ayudó a mejora la imagen dejada en los ciudadanos. Poco más hay que decir sobre esto.

En fin, es hora de ir hacia otra dirección. Siguiente entrega: el anarquismo en España. El tema también promete.