domingo, 30 de octubre de 2016

Historia del Anarquismo en España, de Laura Vicente


Tras la incursión en el falangismo español de la mano de Payne, tocaba continuar profundizando en otras líneas ideológicas de las que participaron en la Guerra Civil.

En este caso, me decidí por conocer mejor una de las corrientes ideológicas opuestas al fascismo: el anarquismo. Siempre me ha parecido que el anarquismo hace una propuesta de vida personal y de sociedad mucho más original que otra líneas de pensamiento que se podrían catalogar, no sin imprecisión, de izquierdas.

Algo que surgió rápidamente al comparar la historia del anarquismo en España frente a la del falangismo (ver post anterior) es la diferencia en su recorrido histórico. Podría considerarse que el segundo apenas vivió un par de décadas, certificando su fin de facto en su unificación con los carlistas llevada a cabo por Franco en abril de 1937. Sin embargo, el primero hunde sus raíces en los utopistas de principios del s.XIX, hasta cristalizar en los teóricos anarquistas rusos Bakunin y Kropotkin, y tomar forma en el país, por dar un periodo orientativo, en el sexenio revolucionario de 1868. Si fijamos un hito final, discutible sin duda, en 1939, tenemos una intensa vida activa de 71 años en España.



Y hablando de España, Vicente no elude el eterno debate de lo específico y de lo común del pensamiento y acción anarquista en este país frente al resto de Europa. Como en otros casos, en España hemos añadido nuestra propia idiosincrasia a cada corriente ideológica que nos ha llegado del exterior. El libro destaca tres factores por los que el anarquismo prendió con más fuerza en nuestro país que en otras naciones europeas:

  • Nuestra particular debacle del 98.
  • La radical polarización que nuestra sociedad sufría en esa época, entre oligarquía y poblacióne empobrecida, sin clase media.
  • La existencia de sentimientos religiosos mesiánicos entre la población menos culta, a pesar del descrédito que la iglesia católica cosechó entre las clases menos desfavorecidas. En este punto, Vicente entra en debate con Hobsbawn y Brenan sobre la importancia de este factor, que los autores ingleses consideran básico.


El libro de Laura Vicente destaca las dificultades de trazar una línea histórica única sobre el anarquismo, debido a múltiples factores:

  • La relación con corrientes de pensamiento diferentes (naturismo, feminismo, espiritismo, etc).
  • La dicotomía entre el anarco-sindicalismo, más cercano a los trabajadores y sus problemas cotidianos, y el anarquismo más filosófico.
  • La inclinación a la acción directa, que proporcionó al anarquismo su pátina de terrorismo, frente a medidas menos violentas, que llegaron a tener un éxito destacable en algunos casos en España, como la fundación de instituciones académicas, foros de discusión, colectivos culturales y deportivos, por dar algunos ejemplos.
  • Las distintas posturas que el anarquismo adoptó tanto en la República como en la Guerra Civil. Por dar unos ejemplos: el "treintismo" y la fractura que supuso en su organización política, la existencia de líderes individuales carismáticos (algo no muy alineado con los ideales ácratas), la participación o no en el gobierno de la República durante el conflicto.
La obra cierra con un capítulo que hace un recorrido rápido por todo lo contado, admite varias críticas al anarquismo como ideología, y también apunta a algunos valores importantes que nos puede aportar a todos, no importa nuestro credo político.

En cuanto a críticas, surgen dos directas como paradojas fáciles de entender: como sistema total, busca dar solución a los problemas de la humanidad mediante unos solos principios, con un solo método, impidiendo así la posibilidad de diferentes alternativas, y por tanto conculcando la libertad individual. Por otro lado, la libertad individual queda difuminada, sino cancelada, al establecer procesos de toma de decisión basados en comités, más bien en una cadena de comités jerárquicos, no importa lo participativos que sean.


A pesar de las críticas anteriores, siento que hay algo radicalmente bueno en la teoría anarquista: la libertad del individuo como elemento básico del desarrollo completo de la persona. Laura Vicente defiende el potencial de los ideales anarquistas para combatir el "déficit democrático" actual nutrido por el desinterés generalizado en la política (aunque aquí me gustan más las tesis de Tony Judt) y por la manipulación de las instituciones. Debemos cuestionarnos constantemente nuestra relación con el poder, buscando salvar a toda costa nuestra preciada libertad y permitiendo el crecimiento de valores solidarios.


Dejaremos para otra ocasión, quizá apoyándome en otro libro, el punto de contacto entre anarquismo y capitalismo radical que se ha venido denominando "anarcocapitalismo".

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