domingo, 13 de septiembre de 2020

Anatomía de un instante, de Javier Cercas

Una lectura pendiente desde hace tiempo, que finalmente acometí este verano. No es que el formato ayudara a llevarse el libro a la playa, pero, con las vicisitudes de este 2020, tampoco iba a haber grandes días playeros. Y el tema me interesaba. La obra de Cercas proponía un análisis detallado del golpe del 23-F, girando alrededor del momento en que los guardias civiles entran en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, gritando y disparando, y Adolfo Suárez se mantiene incólume en su escaño. Es justamente el momento reflejado en la foto de la portada, ni minutos antes, ni después. Todos los demás diputados se esconden en sus escaños, excepto Guitérrez-Mellado, encarado a los golpistas intentando inútilmente hacer valer su autoridad militar, ni Santiago Carrillo, fuera de campo, pero con la misma actitud que Suárez, 

Curiosamente, creo que el libro no es una anatomía. El autor intenta cubrir todos los frentes posibles del evento histórico, incluso barriendo diferentes posibles interpretaciones o hipótesis a algunos temas, pero su estructura no es cartesiana. Estilísticamente es difícil de clasificar. El propio autor reconoce que el libro que finalmente le salió es el fracaso de un intento de novela. Tampoco es un ensayo, y menos aún una obra académica. Frases sin fin, encadenando matices y alternativas entre comas, piden una lectura rápida a la que hay que acostumbrarse. Una vez habituado, me quedó la sensación de estar leyendo un largo monólogo de alguien a quien se está entrevistando.


Gracias a ese estilo, Cercas puede navegar sin fisuras entre la crónica histórica, el reportaje político y los aspectos personales de los protagonistas, más emocionales y psicológicos. Imagino que una novela se dejaría arrastrar más por los personajes, mientras que un ensayo daría más peso al registro de los hechos y sus circunstancias de un modo más frío. He leído ensayos históricos donde he echado de menos un análisis del por qué de la actuación de sus protagonistas; y, por otro lado, rechazo el género "novela histórica" porque suele sacrificar cualquier intento de rigurosidad o exploración intelectual ante la satisfacción inmediata de una lectura fácil y anodina. 


En este caso, el autor nos transmite cómo las personalidades de los protagonistas de estos hechos históricos definen o condicionan su trascurso. O cómo el lenguaje (las medias verdades, las asunciones, lo implícito, lo que uno quiso explicar y el otro quiso entender, las intenciones detrás de las palabras) es un factor más de lo histórico. En este caso, durante la incubación del golpe, que tiene lugar en un contexto, un clima, que Cercas denomina "la placenta", fue tan importante tanto lo que unos dijeron como los que otros quisieron, o supieron, entender. Y, una vez desencadenado el proceso del golpe, las acciones y decisiones de todos dependieron de entrevistas, llamadas, conversaciones, reuniones entre sus protagonistas, donde cada palabra podía desviar el curso de la historia.

Gran parte del libro se dedica a la propia vida de Adolfo Suárez, obviamente. Hay que recordar que el libro declara ser el análisis de ese instante en el que Suárez está solo en su escaño, no la crónica del golpe en sí mismo. Su semblanza está salpimentada por referencias a filósofos políticos que han reflexionado sobre qué es un político puro, qué características definen a un hombre así.

En el capítulo final, el único en el que el escritor asoma en su obra, y el único en el que las emociones menos políticas aparecen, Cercas reconoce por qué escribió el libro: para comprender mejor a su propio padre, "suarista" hasta el final, y, en realidad, comprender a toda una generación de españoles que vivió en primera persona la Transición con una extraña mezcla entre pasividad (¿aquiescencia, hastío, lassez-faire?) y esperanza.

Me quedo, para cerrar, con una frase que no recuerdo con precisión, pero que me pareció, en cierto sentido, certera: que la guerra (la Guerra Civil) acabó con el final del golpe. No sé si es completamente cierta en lo que dice; pero sí es fácil ver que algunos capítulos escritos en la historia de España se cerraron entre el 23 y el 24 de febrero de 1981.

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