No me pude contener, y seguí con la lectura de "La Forja de un Rebelde", continuando con el segundo libro, "La Ruta". En este caso, Barea narra su participación en la guerra de Marruecos a principios del siglo XX, en diversos puestos militares y diferentes lugares. Por supuesto, no se limita a hacer una crónica bélica, si no que, entremezclado con sus experiencias personales, nos cuenta las luces (¿alguna?) y sombras (muchas) de la presencia española en el norte de África.
Si ya sospechaba en el libro anterior que la narración no es necesariamente una autobiografía al cien por cien, con éste la sospecha queda confirmada. Hay personajes que aparecen en el trascurso de la historia que, con sus breves parlamentos, hacen diagnóstico y predicción de diversos males de España; estos personajes me parecen vehículos tanto de la propia visión y opinión de Barea como del sentir popular que pudo haber esos años. Incluso los utiliza para cierta descarga de culpas, como cuando el señor Latre explica el fracaso de todos los matrimonios españoles debido a la división total entre hombres y mujeres en la sociedad. Es inevitable pensar que Barea, que se había casado por pura cabezonería y orgullo, frustrado por su matrimonio, hacer descansar su propio fracaso en factores externos a él mismo.
En todo caso, sigue siendo un relato vivo, dinámico, que atrae al lector, y que transmite de una manera limpia y veraz cómo fueron las cosas en este país en aquella época. Una tensión que subyace en todo el relato, que hace esperar al lector que todo va a ir a peor, ya anticipa el drama brutal que sufriríamos en este país, años más tarde, con la Guerra Civil.
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