domingo, 28 de julio de 2024

Transhumanismo, de Antonio Diéguez

Con el protagonismo cada vez mayor de la inteligencia artificial en nuestras sociedades, ha crecido la atención sobre el concepto de transhumanismo. Los pensadores que se pueden considerar parte de esta corriente de pensamiento, y sus reflexiones, tienen ya varias décadas de existencia; aún así, los últimos avances en ciencia informática, tecnología digital y biotecnología parece que han puesto al alcance de la mano progresos que hace apenas unos años parecían todavía ciencia ficción.

Diéguez intenta hacer un repaso a las principales corrientes de pensamiento del transhumanismo, aceptando el reto de abarcar ámbitos muy amplios y poco clasificables bajo su paraguas. También busca repasar los desafíos que los nuevos avances nos están planteando ya, aunque en este punto no logra, en mi opinión, el mismo éxito, ya que en muchos casos se queda en el "habrá que analizarlo con ciudado" y "tendremos que pensarlo cuando llegue el momento". 

Tras una buena introducción inicial, el autor despliega su repaso del transhumanismo en dos vertientes principales:

  • La posibilidad de crear sistemas artificiales tan inteligentes, o más, que los seres humanos, llegando incluso a construir seres sintéticos con las mismas capacidades físicas y mentales que las personas.
  • El biomejoramiento: la posiblidad de manipular nuestra propia biología para superar enfermedades incurables o, yendo más allá, potenciar nuestras actuales capacidades o lograr otras nuevas, especialmente a través de la tecnología genética.

Me ha gustado especialmente que, tras describir el pensamiento de diversos protagonistas y sus aspectos comunes, Diéguez expone las debilidades de sus proyecciones y argumentos. Algunas no superan apenas unas pocas preguntas afiladas planteadas por el profesor.

Después, continúa con un capítulo reivindicativo del pensamiento sobre la tecnología de Ortega y Gasset. El filósofo anticipa muchas de las cuestiones éticas actuales sobre el progreso tecnológico, básicamente alrededor de dos principios: el hombre no tiene naturaleza, sino historia; y el hombre siempre ha sido un animal tecnológico. En todo caso, la calidad de la obra pierde varios enteros en esta sección, pasando de ser un buen ensayo divulgativo en una especie de paper académico lleno de notas al margen y retorcida escritura.

La obra cierra con un pequeño episodio final que deja algunos puntos abiertos interesantes. Diéguez hace un curioso recorrido histórico y argumentativo sobre cómo la evolución en la producción científica tras la Segunda Guerra Mundial ha provocado un escenario de constantes anuncios grandilocuentes y fantásticas perspectivas, "el mercado de las promesas". 

Sin embargo, sigue sin dar orientaciones, referencias, o incluso propuestas o hipótesis acerca de las decisiones éticas a los que todos estos avances nos abocan. Lo que queda claro es que tenemos que decidir qué deseamos, qué queremos que suceda, y eso lo tenemos que decidir entre todos; y a partir de ahí, orientar el progreso tecnológico de la humanidad en consecuencia.

Como apunte final de lector de ensayos, me hubiera gustado contar con un índice temático, tan útil cuando uno quiere recurrir a un libro leído hace tiempo como referencia en cualquier asunto. Estos detalles suelen cuidarse mucho en las obras de divulgación anglosajonas.