miércoles, 31 de octubre de 2012

El fuego secreto de los filósofos, de Patrick Harpur

Hay veces que es forzoso reconocerlo: este libro me ha superado. Sus idas y venidas a lo largo de la historia de la cultura occidental, sus sesudas (y bien procesadas) referencias bibliográficas, las aportaciones sobre culturas "primitivas", etc, etc, pueden dejar sin aliento al más culto de los doctores, al cultureta más pagado de sí mismo.

Y sin embargo, creo que he captado adecuadamente tanto la tesis de Harpur como su argumentación, porque su estilo no es pesado ni academicista: podría haber llenado hasta la mitad todas las páginas del libro con notas al pie repletas de "Íbid.", "Op. cit.", y barroquismos por el estilo, pero se ciñe con elegancia a su propio género: el del ensayo.

Reconociendo que voy a pecar de simplista, y que me arriesgo a cometer errores conceptuales de bulto, enumeraré las ideas que parecen haberme quedado después de haber finalizado el libro hace varias semanas:

  • El mundo de la imaginación es mucho mayor que el de la literalidad, dado que lo contiene, y además lo excede con una mayor riqueza de significados y significantes.
  • ¡Ojo! Aclarando el enunciado anterior: lo contrario a la imaginación no es la realidad, sino la literalidad. Nada es más real que la imaginación: vivimos en ella, nos alimentamos de ella... y la alimentamos. Somos imaginación. La literalidad mata a la imaginación, la seca de vivencias, de colores, de sentido.
  • El elemento principal de la imaginación es el mito. Y esto es de mi cosecha, no del libro: desde hace tiempo considero el mito (no la mitología) como el arte mayor del que todos se derivan: la metáfora, el símbolo, el juego bidireccional entre significado y significante. Y aquí podríamos derivar la discusión a múltiples frentes: por ejemplo, si tales figuras, y el papel primordial que veo en ellas, existen en un arte como la música, o qué sentido tiene en la pintura abstracta la metáfora o el símbolo... o la falta de él -si es que falta.
  • El momento histórico donde la cultura occidental busca matar a la imaginación es la Ilustración y su adoración a la razón (otro mito). Por fortuna, el Romanticismo escapa de estas desérticas estancias, y devuelve la imaginación al poder.
  • Harpur habla de daimones como las manifestaciones, las intromisiones del mundo de la imaginación en nuestra "realidad", ahíta de literalidad.
Ahora bien, Harpur cae en sus propias redes, a sabiendas, porque sabe que nadie puede escapar a la imaginación, al mito: en el fondo, el libro es una especie de "mitología de la imaginación".

Y, por otro lado, hincando testuz, reconozco que la disquisición sobre el triángulo Espíritu-Alma-Cuerpo hubiera requerido mi intelecto a toda máquina y circunstancias más tranquilas para poder ser asumido en su justa medida. Quizá merezca una revisita dentro de un tiempo.

Finalmente, Harpur, cayendo en su propia mitología, adolece de las mismas faltas que él saca a la luz sobre científicos y filósofos "literalistas": se ciega con sus mitos. La literalidad, con todos sus yermos principios, nos ha permitir avanzar en campos como la medicina que han hecho al vida más llevadera (y más larga, y más plena) a los hombres. Harpur lo sabe, e intenta un requiebro sobre la mayor salud "natural" que tenían generaciones anteriores, pero resulta torpón y poco preciso; sólo con ver la esperanza de vida de antes y de ahora, podemos ver cómo la literalidad también ha dado sus frutos.

Último párrafo: volvería a leer este libro, y quizá lo haga alguna vez. Recomendaría sin dudar a cualquier amigo este libro, con la condición de que luego hablemos de él sin prisa delante de un café o un licorcito. Y además, me ha dado un buen número de libros interesantes que añadir a mi lista dorada: ya sólo por eso, ha merecido la pena.

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