La obra rezuma amor a la naturaleza en cada página, y particularmente a la naturaleza de los ecosistema de España. Y también trasmite un intenso humanismo cuando habla tanto de las personas que viven de la naturaleza, como agricultores, ganaderos o pescadores, como de las que viven para la naturaleza, como científicos, ingenieros o agentes forestales.
Uno de los aspectos que más me ha gustado del libro es el cuidado del lenguaje, recuperando vocablos y expresiones que se han ido perdiendo en el tiempo. En algunas entradas, se roza la prosa poética, a veces con musicalidad perfecta, otras adoleciendo de romanticismo que resulta un poco naïf. Tiene, en todo caso, párrafos para enmarcar, y frases para guardarlas en la memoria.
Sé que volveré a este libro muchas veces, cada vez que sienta curiosidad por la naturaleza que nos rodea en un momento concreto del ciclo anual. También sé que lamentaré olvidar algunos de los pasajes de la obra. Leer "El país de los pájaros que duermen en el aire" durante todo el año 2020 ha sido, con pandemia, confinamiento y teletrabajo, toda una experiencia.
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