domingo, 6 de enero de 2013

Los peligros de la obediencia, de Harold Laski


Harold Laski es un personaje curiosamente caído en el olvido, dado su nivel de influencia en el pensamiento socioeconómico en Inglaterra en los años 30 y 40. Sus críticos siempre destacaron el hecho de que no generó un criterio propio, único, cayendo incluso en francas contradicciones como, por ejemplo, defender la necesidad de la violencia para cambiar la sociedad, junto con el respeto a la libertad de expresión y pensamiento. Orwell lo intentó describir así: "Un socialista por lealtad, pero un liberal por carácter". Como la entrada en la Wikipedia en español es decepcionantemente breve, incluyo el enlace a la versión inglesa: Harold Laski.

Pero vamos al libro. Es una edición de 2011 de la Editorial Sequitur, que agrupa tres artículos escritos por Laski en los años 1929 y 1930 en Harper's Monthly Magazine. Obviamente son sus obras más importantes, pero incluyen puntos clave de su pensamiento, y son inquietantemente actuales en los tiempos que corren.

  • "Los peligros de la obediencia" es el capítulo que más me ha gustado: sigo pensando que la crisis actual hunde sus raíces en una crisis de ciudadanía, no de ideología, y este artículo está lleno de llamamientos a la acción de pensamiento y obra para defender la libertad individual y las conquistas sociales alcanzadas. Podría extractar decenas de frases que resuenan como llamadas acuciantes a cumplir con nuestro deber cívico de ciudadanos, pero sacarlas de su contexto sería caer en la proclama (ah, la seducción de los símbolos, de las metáforas... qué bien la emplean los que buscan alcanzar su objetivo manipulando a otros). Sólo decir que Laski defiende la necesidad de un examen crítico de las instituciones vigentes (sean cual sean, en el tiempo que sea), la tolerancia, el escepticismo ante los criterios de los "expertos", etc, etc.
  • "¿Civilizar el mundo de los negocios?" habla de la necesidad de cambiar el concepto de propiedad para que una sociedad avance hacia mayores niveles de libertad. Hasta ahí, todo bien. Disiento en la solución que propone Laski: la propiedad debe ser consecuencia de la función social, de lo que el individuo aporta a la sociedad. Me parece una aseveración bastante naïf: ¿cómo definimos esas funciones sociales? ¿quién decide qué propiedades son recompensa de qué funciones? ¿y bajo qué criterios? Creo que estos planteamientos tenían en mente la clase alta de principios de siglo, que mantenía estructuras económicas basadas puramente en la propiedad, intrínsecamente ineficientes (ej.: absentismo en la explotación agrícola). Obviamente, y los últimos hechos nos lo confirman, quien tiene el capital sigue teniendo la sartén por el mango, pero nadie puede dormirse ya en los laureles y dedicarse sin más a ser diletante: hasta para tener dinero hay que tener talento.
  • "Las limitaciones del experto” es el último artículo, donde, sin emplear la palabra, se hace una crítica a la tecnocracia como forma de gobierno. Las puyas van por diversas vías: la incapacidad del experto de tener una visión amplia, al estar centrado en un campo de conocimiento; la necesidad de políticos que incluyan en la ecuación las necesidades del pueblo; o incluso el hecho de que los gobernantes deben ser mejores en liderar personas que en dominar un campo de conocimiento concreto. Ahora bien, con Monti en Italia y Papadimos en Grecia, ¿no hemos dejado entonces el gobierno en manos de “expertos” con estas características? ¿No hemos dimitido de la función política, para dejar el gobierno en la función económica? Y por el otro lado de la argumentación: ¿resulta que no es tan necesario para un gobernante conocer en profundidad los temas que lidera? ¿Cuál sería la “función social” (retomando lo hablado en el capítulo uno) de los expertos, si el conocimiento que obtienen gracias a que les proporcionamos recursos siempre va a ser condicionado o mediatizado por lo que otros, menos conocedores, van a decidir? Este nudo gordiano existe en cualquier organización, sobre todo si busca como referente cultural la meritocracia, generando paradojas como el principio de Peter.

No puedo decir que este libro me haya abierto los ojos a nuevas perspectivas sobre la economía, la sociedad, o la política, pero gracias al artículo número uno, se ha reforzado mi opinión de que la crisis que vivimos actualmente en España es una crisis de ciudadanía, de participación en las instituciones y talante crítico ante los políticos que las ocupan. Sin esto, siempre seremos actores en una obra que escriben y dirigen otros, los que no necesitan hacer nada especial para seguir obteniendo su beneficio personal. Es sintomático cómo ahora todo el mundo se lleva la manos a la cabeza por hechos que eran igualmente indignantes hace años, cuando sucedieron, sin que ahora haya más información o exista un mejor criterio (¿es que nadie vio desde 2003, inicio de la construcción, hasta 2008, inauguración, que el aeropuerto de Ciudad Real era una boutade en toda regla? ¿y ahora todo el mundo está seguro de ello?). 


Laski no puede ser considerado en puridad un político, un filósofo, o un economista, en el sentido de "experto". Yo creo que fue un buen profesor de universidad que sintió la necesidad de participar en la vida política y formarse un criterio propio, algo que, en el fondo, y con el conocimiento y talento que tenga cada uno, deberíamos hacer todos nosotros.

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