domingo, 25 de noviembre de 2018

Tratados morales, de Séneca

De Oficci de Cicerón, y las Meditaciones de Marco Aurelio son dos las obras más queridas por mí dentro de mi acervo clásico. Ambas me han ayudado a navegar periodos de mi vida complicados, con una utilidad y cercanía que no esperaba tener de dos obras tan antiguas. Creo que fueron ellas las que dispararon mi amor por la literatura griega y romana, aunque ya renuncié hace tiempo a disfrutarlas en su lengua original. Junto con los Diálogos de Séneca, formaban una especie de trío que quería por fin completar. La biografía de Séneca es un apasionante capítulo de la historia de Roma, llegando hasta nosotros el legado de un personaje controvertido y, para muchos, contradictorio.






Séneca también es referenciado por algunas personas dedicadas al crecimiento personal (coaching, como se le denomina últimamente) y al comportamiento organizativo. En concreto, el puntero hacia los Tratados me lo dio Ed Batista, un profesor del master MBA de Stanford, donde imparte una asignatura de self-coaching. Merece la pena conocer sus reflexiones y consejos a través de sus libros y de su blog.




Me animé por fin con los Tratados Morales, en edición de Pedro Rodríguez y traducción de Pedro Fernández para Austral. Esta edición agrupa los 7 tratados, que solían denominarse Diálogos, y la Consolación a Polibio. Reconozco que los he disfrutado de principio a fin, aunque su lectura ha sido intermitente. He aquí algunas observaciones que registro para mí mismo:
  • Todos los Tratados y la Consolación están salpicados, dentro de la disertación general de cada texto, de sentencias remarcables. Estas sentencias son un brillante equilibrio entre profundidad de pensamiento y aplicabilidad a la vida real, algo que muchos destacan de la filosofía de Séneca.
  • El primer Tratado, De la Providencia, intenta responder a Lucilio sobre por qué suceden desgracias a los hombres, habiendo un Dios. Me dejó un sabor agridulce, ya que hace referencia constantemente a la Divinidad, sin concretar qué considera Séneca como tal. Es algo que he encontrado también en otras obras clásicas de otros escritorios. Probablemente sea por mi propia falta de conocimiento  del contexto cultural de ese periodo de la historia.
  • De la Felicidad es un texto más accesible y, creo yo, más práctico para alguien de hoy en día. Está plagado de esas sentencias que comentaba antes: "Un espíritu recto no se odia a sí mismo", "El placer no debe ser nuestro guía, sino nuestro compañero", o "Tú gozas del placer: yo lo uso". Cada párrafo dio para constantes reflexiones, que llenaron las lagunas de tiempo que hubo entre lectura y lectura.
  • En De la Clemencia, una amable y larga exhortación a Nerón para que sea clemente con sus enemigos, me resultó destacable la diferencia que hace con la compasión, y las disquisiciones sobre castigo y perdón. Se me quedó grabada una de sus grandes frases: "Se perdona a aquél que se merecía el castigo". Sólo así el perdón es auténtico perdón.

Finalmente, respecto a Consolación a Polibio, descubrí que las Consolatio son un género creado por los griegos y desarrollado por los romanos, consistente en reflexivas cartas de consuelo enviadas a seres cercanos que habían sufrido alguna desgracia. En ésta, Séneca busca consolar a Polibio, un liberto de Claudio, de la muerte de su hermano. En esta obrita, he visto escritas razones y argumentos que me hubiera gustado tener cuando he asistido a duelos o visitado personas enfermas graves. No he encontrado nadie como Séneca para poner en palabras los sentimientos de empatía y de fortaleza que me hubiera gustado transmitir en estos casos. Qué difícil es tener la palabra precisa en cada instante, y por eso creo que valoramos tanto a aquéllos que tienen facilidad oratoria, aunque en algunos casos sea para manipularnos. Curiosamente, esta Consolación le creó graves problemas a Séneca al final de su vida, ya que tiene un tono profundamente adulador ante Claudio, lo que le acarreó fuertes críticas y acusaciones.

Como con De Oficii o las Meditaciones, sé que regresaré más adelante a este libro para encontrar de nuevo una fuente de reflexión y de guía; también sé que no seré el mismo que ahora y, por tanto, Séneca me proporcionará elementos nuevos que ahora no he logrado ver. Esto sólo pasa con los libros realmente buenos, los que merecen de verdad la pena el tiempo y la concentración que les prestamos. Seguiré mi camino cultural en su búsqueda.



domingo, 28 de octubre de 2018

El primer círculo, de Aleksandr Solzhenitsyn

Conocí este libro a través de un podcast que escucho habitualmente, EconTalk. En el episodio del 10 de septiembre de 2018, Russ Roberts entrevista a Kevin McKenna sobre Solzhenitsyn, como primer diálogo entre ellos alrededor de la obra "In the first circle".

Mi madre había leído hace algún tiempo "Archipiélago Gulag", también de Solzhenitsyn, y me contó que le había impresionado mucho. Había oído hablar de la obra hace tiempo, pero me imponía respeto: estaba seguro de que esas páginas no iban a guardar nada que me hiciera tener más esperanza sobre la especie humana.


Pero "El primer círculo", al girar alrededor de la vida en un sarashka, ofrecía probablemente un acercamiento más amable. Las sharaskas fueron centros penitenciarios dentro del aparato del Gulag destinados a tareas científicas o técnicas. La vida en ellas era más llevadera a pesar de la reclusión, ya que no se hacían trabajos forzados y la calidad de la comida y la asistencia médica era mucho mejor. El título de la obra es una metáfora del autor, al comparar las sharaskas con el primer círculo de infierno de Dante, donde acababan las almas de los nunca bautizados, ya fueran niños o personas que vivieron antes de Jesucristo. Según Dante, los más famosos filósofos, científicos, artistas precristianos yacían aquí.



Un aspecto curioso de la obra, publicada por primera vez en 1968, muerto Stalin años atrás, es que sufrió muchas reediciones y cambios debidos a los vaivenes de la censura soviética. Por eso podemos encontrar variaciones, a veces importantes según McKenna, entre edición y edición. En mi caso, se trata de la versión en español publicada por Tusquests en 1992. Merece la pena conocer toda la vida de Solzhenitsyn y todas las vicisitudes que vivió para poder escribir y publicar su obra dentro de la URSS.


Se trata de una obra coral, compleja, con diversas tramas argumentales  apoyadas sobre las vivencias de varios personajes, con un hilo principal que sirve de hilo entre todos los capítulos manteniendo un suspense latente, a veces por pura elipsis. Es, sin embargo, sorprendentemente fácil de leer, con una prosa inteligente y viva. Hay frecuentes reflexiones del narrador sobre aspectos del aparato del estado de la URSS, de las personalidades de los protagonistas, o de las peculiaridades del sistema penitenciario, pero sin convertirla en una novela de tesis. Curiosamente, lo que dificulta más su lectura son los nombres rusos, ya que hay varias maneras de referirse a una persona: por su propio nombre, por su patronímico, por algún apellido familiar, por un apodo.


Como última reflexión, me gustaría decir que he encontrado elementos temáticos comunes con otras obras de autores rusos que he leído, como "Vida y Destino", Vasili Grossman, "El idiota", de Dostoevsky, o "Guerra y Paz", de Tolstoi. Seguro que sobresimplifico, pero en todos estos casos se trata de obras que describen los caminos vitales de sus personajes según quedan condicionados por tres ejes fundamentales: el azar, el poder, y el carácter o la personalidad. Nadie está a salvo de que su vida está afectada por la pura y absurda suerte: a veces las casualidades hacen que la vida sea una broma y, cuando hay resultados dramáticos, parezca un mal chiste. Tampoco nadie puede escapar del contexto político, social y económico que le rodea, y las circunstancias empujan en una dirección que es imposible evitar. Y tercero, como dijo Heráclito, "tu carácter es tu destino", y no siempre azar o poder son capaces de ponerse en el camino de una voluntad firme, o una personalidad débil acaba por sucumbir no importa lo que tenga a favor, por ejemplo.

Para finalizar, tengo por seguro que, por las propias circunstancias de la sharaska, las historias que cuenta "En el primer círculo" deben ser más "amables" que las que cuenta "Archipiélago Gulag". Habrá que acumular valor para lanzarse a ello pero Aleksandr Solzhenitsyn ya se ha convertido en una referencia en mi lista de lecturas.

sábado, 20 de octubre de 2018

La forja genética de Europa, de Carles Lalueza-Fox

Después de mis primeras incursiones en el mundo de la teoría de la evolución y la genética (ver The Cartoon Guide to Genetics de Larry Gonick y Mark Wheelis y Evolución pata todos de Dylan Evans y Howard Selina), quería dar el siguiente paso con un tema que me parecía apasionante: cómo el análisis genético de restos arqueológicos estaba dando una nueva luz a las teorías históricas dominantes sobre el paleolítico y el neolítico.

Pero esta vez quería ponérmelo fácil con alguna obra en español, y así fue como llegué a "La forja genética de Europa", de Lalueza-Fox, un experto español en paleogenómica perteneciente al CSIC. Más que una obra divulgativa, es una especie de crónica sobre los avances científicos del área en los últimos años, con algún apunte divertido y un cierto tono de thriller de investigación, si es que puede existir un género así.

Aunque he disfrutado de su lectura, no era lo que estaba buscando: el relato se centra demasiado en las intrigas académicas y en la velocidad de los descubrimientos, más que en transmitir conocimiento al lector. Creo que un enfoque más didáctico lo convertiría en un libro mucho más atractivo para un público más amplio y, por qué no decirlo, en una obra mucho más interesante.

Seguiremos investigando.

martes, 7 de agosto de 2018

Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline

Ya había oído mucho de Céline (Louis-Ferdinand Auguste Destouches, en realidad), así que ya era hora de darle un tiento. Su halo de escritor maldito le daba el atractivo necesario para buscar un hueco en la pila de lecturas pendientes. En Francia sigue siendo una figura muy controvertida, incluso muchos años después de su muerte, por su abierto antisemitismo y filonazismo. Por mi parte, había acumulado ya muchas referencias que hablaban de él pero, sobre todo, de su obra más importante, "Viaje al fin de la noche".



Como siempre me pasa cuando doy con una obra que realmente merece la pena, encontré tiempo donde no lo había para disfrutar de su lectura. Céline crea una historia autobiográfica, aunque sin dejar claro cuánto es real y cuánto es ficticio, con un lenguaje muy ágil y directo. He leído muchas reseñas que hablan de lo obsceno y descarnado de su lenguaje, pero, cuando cualquiera de nosotros habla consigo mismo en su interior ¿pone en realidad el filtro de la educación y el decoro a sus palabras?

En todo caso, creo que el tono narrativo y la profundidad de sus reflexiones sufren altibajos a lo largo de la novela, alternando partes inolvidables con largos relatos o reflexiones que, en mi opinión, no aportan demasiado a la obra:

1. El primer capítulo, sobre la participación del alter ego de Céline, Ferdinand Bardamu, en la Primera Guerra Mundial me parece antológico: el primer intento auténtico de expresar de verdad lo que un soldado puede sentir dentro de la trituradora de seres humanos que es una guerra. Es un contrapunto estético y ético perfecto de "Tempestades de Acero", de Ernst Jünger.

2. El episodio en el que Ferdinand se hace cargo de una delegación colonial francesa en África es todo lo que esperaba que fuera "El corazón de las tinieblas", de Joseph Conrad, y que no fue a fuerza de elipsis y recato. ¿Que Conrad sugiere lo suficiente, bastando lo que contó? Podría ser y, sencillamente, no llegué a conectar con su novela. Pero Céline es implacable en todo lo sucio, chabacano, anti-idealista que pudo tener la presencia europea en África, sin adornar lo miserable que era la vida de los indígenas, con europeos explotándolos o no.

3. El episodio de Toulouse pierde mucho interés: mi sospecha es que Céline busca expurgar o expirar un hecho real, delictivo y mezquino, a través de la literatura. El caso es que esta parte no llega a provocar la tensión, el asco existencial que Céline lograr transmitir en otros momentos de la historia.

Dentro de su prosa rápida, acuciante, Céline nos deja trallazos de lucidez descreída que hieren nuestra bonhomía con destellos de realidad desnuda, cínica, que nos deja sin palabras para defendernos, para reivindicarnos como especie.


Por terminar: dentro de mi recorrido literario, "Viaje a final de la noche" encajaría  en la corriente de la "voz interior": llena un hueco cronológico en mis lecturas entre el último capítulo del Ulises de James Joyce, los Trópicos de Henry Miller... y los beatniks de "En el camino" de Jack Kerouac o cualquier obra de Charles Bukowski. Al escribir esto me doy cuenta de que el más grande sería Joyce, que fue capaz de expresar esa voz interior en un personaje que nada tiene que ver con él como persona; por el contrario, el resto, con distintas mezclas de ficción e historia personal, vuelcan sus propias reflexiones y sentimientos sobre un fina línea entre lo real y lo ficticio.