viernes, 7 de abril de 2023

Libros para un paréntesis

Cómo empezar esta entrada en el blog. Desde la última reseña, han pasado ocho meses que han estado llenos de dolor, incertidumbre, dependencia... y esperanza, amor, amistad y lucha. Durante este tiempo de convalecencia y recuperación, han sido muchos los libros que he leído, con diferente grado de interés. Aquí voy a enumerarlos todos los que finalicé con un breve comentario para que no se pierdan completamente en la memoria. Intentaré seguir el orden temporal con el que los leí. Vamos a ello.

  • Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite. Éste es el primero de una serie de audiolibros que escuché en las primeras semanas hospitalizado, cuando ni siquiera podía sostener un libro con las manos. El mayor problema era que, inevitablemente, por interesante que fuera la historia, acababa dormido, y tenía que retomar la audición hasta donde recordaba. Esta fábula de Martín Gaite fue una buena elección para aquellos días: es una bonita historia, bien escrita, y fácil de seguir. No es una gran obra en ningún sentido, pero guardo un buen recuerdo.
  • Castellano, de Manuel Rivas. Otro audiolibro, en este caso más difícil de seguir porque se entrelazan la historia de la revuelta de los Comuneros de Castilla con las experiencias vitales propias del autor sobre su identidad castellana. Tanto uno como otro hilo me resultaron muy interesantes: respecto a los Comuneros, porque, como castellano, me gusta conocer mejor su historia; y respecto al propio Rivas, porque me sentí muy cercano a sus dificultades identitarias.
  • Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo. El tercer audiolibro que escuché, aunque éste fue imposible finalizarlo. Me encanta el mundo clásico, cualquier cosa relacionada con la Antigua Grecia o Roma, pero con este pastiche no pude. Además, sus constantes adelante y atrás temporales, entremezclando las vidas de distintos personajes, no lo pusieron fácil como audiolibro. No le pillé el punto a Posteguillo, a pesar de su éxito.
  • Klara y el sol, de Kazuo Ishiguro. Ya empezamos con los libros de papel. Éste es un regalo de Jaime, un jefe-compañero-amigo del trabajo, que fue a visitarme y estuvo siempre interesado en mi estado. Esta obra es pura orfebrería. Frases perfectas de puro sencillas, con cargas de profundidad de quilotones. Alimento para el pensamiento, como dicen los ingleses, párrafo sí párrafo no. Se lee tan ligero que te arrepientes de no quedarte más tiempo en cada descripción, en cada diálogo y, especialmente, en cada pensamiento de Klara.
  • Every Time I Find the Meaning of Life, They chnage It, de Daniel Klein. Un delicioso libro en el que un filósofo comenta, desde pequeñas experiencias personales, citas de otros filósofos y pensadores que ha ido recopilando a lo largo de su vida. Solía recurrir a este libro para aprovechar tiempos de espera en viajes, en los que no tenía mucho tiempo para leer pero quería disfrutar de una lectura con fondo. Finalmente, en pequeños ratos de mi convalecencia, me lo terminé sintiendo un poquito de pena: fue casi una despedida.
  • Cómo ser un Estoico, de Massimo Pigliucci. Tocaba ser un estoico, de eso no cabe duda. Marco Aurelio me abrió la puerta hace tiempo con sus Meditaciones; con Séneca disfruté de literatura de altos vuelos y llena de buen sentido con sus Tratados Morales. Para seguir conociendo más de esta escuela, opté por la introducción de Pigliucci. Me abrió nuevas vías de reflexión, y me descubrió a Epicteto, aunque creo que va muy lejos justificándolo en algunas de sus opiniones más radicales (véase más abajo).
  • The Haves and the Have-nots, de Branko Milanovic. Empleé este libro para intentar mantener el nivel de inglés mientras estaba en el hospital, leyendo en voz alta y apoyándome en el diccionario en línea del Kindle para consultar pronunciaciones. La verdad es que me sentí un poco decepcionado, porque me pareció una enumeración de casos prácticos sobre las dificultades estadísticas de las métricas de desigualdad a distintas escalas geográficas; poco se hacía referencia al por qué de las desigualdades. Algunos de los casos, que el libro llama "vignettes", hacían referencia a situaciones actuales o futuras, y otros analizaban escenarios históricos o hipotéticos, como el de Anna Karenina.
  • El peón, de Paco Cerdà. Éste fue otro regalo, de mi cuñada Mila; junto con su marido Blas, también han estado muy pendientes de mi todos estos meses. Familia con mayúsculas. La obra fue una elección mía: otro de los pasatiempos durante este tiempo fue el ajedrez, y las historias mezcladas de Bobby Fischer y Arturito Pomar, con el punto fijo de su partida de 1962 en Estocolmo, me provocaron suficiente curiosidad. Pero, además, Cerdá aprovecha este hilo para contarnos las vidas de personas que fueron peones de partidas más grandes, en las que ejecutaron sus movimientos siguiendo su compromiso personal o, sencillamente, su modo de ser, a pesar de las consecuencias. 
  • El tiempo de los héroes, de Javier Reverte. Para no dejar de lado uno de mis temas favoritos, la Guerra Civil, escogí una biografía novelada, huyendo de ensayos y obras más sesudas. En este caso, Reverte novela la vida de Juan Modesto, uno de los generales de la República más célebres, y que tuvo un papel protagonista en diversas operaciones de la guerra. Al igual que con La Forja de un Rebelde, de Arturo Barea, presenciar los eventos históricos desde el punto de vista de una persona que participó en ellos los hace más vívidos, más cercanos. La vida de Modesto es buena semilla para una gran historia, pero creo que el autor cae en cierta complacencia con el personaje.
  • Manual de vida, de Epicteto. Algún clásico tenía que haber y, dadas las circunstancias, tras la lectura de Cómo ser un Estoico, le tocaba el turno a Epicteto. En realidad, el filósofo no dejó ninguna enseñanza escrita, sino que el Manual, o "Enquiridion", son las notas de su alumno Arriano. Alguno de sus aforismos son claros como el cristal; otros, oscuros, como cuando hace referencia a lo "divino", o la "divinidad", sin definirla. Reconozco que Epicteto me dio algún bofetón de realidad cuando hacía falta; un "zasca", como diríamos coloquialmente estos días. En otros casos, su dureza me decepcionó: sencillamente, uno no puede permanecer tan impasible ante la muerte de un familiar. Ante Epicteto, siento que sólo hay dos posibilidades: o ser Dios, o ser piedra.
  • La teoría del todo, de Stephen Hawking. Justo había comprado este breve libro antes del desafortunado accidente, y lo acabé después en el hospital. Una decepción: en una prosa ágil y accesible a la lectura, te explica asuntos bastante complejos de la física fundamental como si realmente los estuvieras entendiendo, y todo ello con una bien disimulada, o quizá no tan bien, pátina de autopromoción académica. Lo bueno del libro es que me dejó con ganas de saber más de estos temas.
  • Purgatorio, de Jon Sistiaga. Otro regalo, esta vez de mi hermano Enrique y su mujer Eva, que me llevaron en su visita a Toledo. Estaba claro que se iba a trata de una novela de ensayo, en la que, con un argumento y una profundidad literaria más o menos sólidos el autor nos iba a desplegar cuáles eran sus puntos de vista sobre el por qué y el como del nacimiento, desarrollo y desaparición de la organización terrorista ETA. Así fue, pero reconozco que la novela es correcta, y la trama de novela negra es interesante aunque relativamente predecible: no diré que sabía cómo iba a terminar, pero sí que, a cada paso, sabía cuál iba a ser el siguiente. Las tesis del autor sobre ETA, eso sí, creo que son, en estos tiempos, lugares comunes.
  • Data Mesh, de Zhamak Dehgani. Libro profesional, de trabajo. Es el cimiento fundacional de toda una corriente de pensamiento sobre las arquitecturas de datos que está desencadenando nuevos proyectos IT en muchas organizaciones. En este sentido, es como un libro de texto: hay que leerlo sí o sí, va con la profesión. En otro orden de cosas, su estilo de escritura es tan aséptico, neutro y denso que cuesta mantener una lectura a tope de concentración más allá de quince minutos. Creo que los libros técnicos de tecnologías de la información, si no son obras de referencia, y sobre todo si son de arquitectura, tienen un desafío por delante para facilitar su lectura y comprensión.
  • ¿Cómo pudo ocurrir?, de Julián Marías. El prestigio de Marías como filósofo en este país está claro; y su voz como intelectual ha sido siempre escuchada hasta su muerte. En este pequeño ensayo intenta dilucidar los motivos por los que este país se metió solo en el laberinto de muerte y dolor que fue la Guerra Civil. El hecho de que Marías fuera soldado del ejército republicano da todavía más interés a la obra: no es el análisis frío de alguien ajeno al conflicto. Creo que da claves acertadas sobre lo que provocó la guerra. Lo que quizá me falta son propuestas políticas para evitar que se repita: todo se fía a recordar el pasado sin que nos condicione. Ah, y la expresión "los justamente vencidos, los injustamente vencedores", me parece un retruécano lingüístico para poner en una tierra intermedia que no hace justicia lo que sucedió.
  • Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway. Conseguí una edición de bolsillo en un mercadillo montado por la biblioteca de pacientes del hospital. Esta obra logró que muchas personas en el mundo, sobre todo estadounidenses, conocieran nuestro conflicto y se interesaran por él. No puedo juzgar a Hemingway como escritor en su conjunto, pero puedo decir que esta novela no es de una gran calidad literaria, quizá por culpa de la traducción; por otro lado, es una historia que capta la atención del lector y le mantiene en vilo hasta el desenlace final. Hemingway, a través del protagonista y las historias del resto de personajes, intenta dar una imagen personal, honesta, de cómo éramos (¿somos?) los españoles como pueblo y qué fue la Guerra Civil para este país, en el frente y en la retaguardia
  • El hombre en busca de sentido, de Víctor Frankl. Tantas veces recomendado, tantas veces referenciado en otras obras y en charlas sobre psicología y motivación... Si tenía que darle una oportunidad, era en estos momentos. Es un librito pequeño en tamaño, pero grande en profundidad y, también, en alcance. La primera mitad, sobre lo que mueve a los hombres y les hace sobrevivir en las peores circunstancias, basándose en la propia experiencia del autor en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, es demoledora. La segunda mitad, que parte de la anterior para explicar los orígenes de la escuela de psicología fundada por Frankl, la logoterapia, es también absorbente, aunque no disipó algunas de mis dudas sobre la psicología y la psicoterapia: me parece una profesión muy delicada, al mismo nivel que un neurocirujano, y muy preparada para diagnosticar, pero no para "sanar".
  • La ciencia de la Ciencia Ficción, de Manuel MorenoJordi José Pont. Un librito que me regalaron después de una visita al CaixaForum en Madrid (yo no hice la visita, obviamente). Si te gusta el género, se lee con placer y agilidad. Como era de suponer, es una sucesión de casos en los que las películas de ciencia ficción abusaron de algunos conceptos científicos por el bien de una historia emocionante. Eché de menos alguna explicación más profunda de algunas cuestiones interesantes.
  • Neurociencia del cuerpo, de Nazareth Castellanos. Para mí, una idea buena materializada en un libro fallido, por diversos motivos, pero, sobre todo, por dos: la pretensión de profundidad intelectual, que llena la obra de citas y referencias traídas por los pelos, y una inquietud de espiritualidad, como algo inasible por la ciencia, antes y ahora, que le pone a todo una pátina de new age. Aunque pueda estar de acuerdo con sus tesis, creo que merecían un desarrollo ensayístico más sólido (lo de Descartes bajando del tren para visitar a Pascal fue la gota que colmó el vaso).
  • La edad de la penumbra, de Catherine Nixey. Éste lo había empezado a leer a ratos antes del accidente: se me hizo cuesta arriba, y sólo logré finalizarlo a mi regreso a casa tras la hospitalización. El ensayo se hace prolijo y repetitivo ya apenas en el capítulo 2: a partir de ahí, "point taken", como dicen los ingleses, y el resto es sólo acumular evidencias que respalden la tesis de la autora. Siento que es, sin embargo, un libro sincero, cuya longitud y detalles vienen del profundo conocimiento de la autora. Es una pena que las 300 páginas sean un estándar actual para la no ficción, porque con 150 este libro hubiera sido redondo. También es cierto que otras, obras con muchas más páginas, resultan apasionantes: ejemplo, Pompeya, de Mary Beard. 
Además, hubo libros de índole profesional que sólo enumeraré aquí. Aunque su lectura se me hizo árida en el hospital, intenté mantenerme al día en mi campo de trabajo gracias a ellos:
  • Data Mesh, de Zhamak Dehghani.
  • Team Topologies, de Matthew Skelton y Manuel País.
Mientras todo el proceso de recuperación continua una vez fuera del hospital, nuevos libros vienen a ser las siguientes etapas de este viaje interior. Serán compañeros de camino en un proceso que sigue siendo incierto y que, además, supondrá un antes y un después con realidades diferentes. Seguiremos navegando.


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